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lunes, abril 29, 2024

La «fiesta» de la cocina amazónica

El operador escogido -por una amistad bárbara con el gobernador- para encargarse de la primera feria gastronómica amazónica de San Martín, tiene tanta experiencia en ferias gastronómicas como la que tiene un matemático en las artes de la quiromancia.

Desde ahí todo mal. Los señores del gobierno regional y su socio operador (con una suerte increíble pues siempre se encarga de los eventos) piensan que montar una feria gastronómica es como levantar un festival de venta de hamacas, un mercadillo de pulgas o una feria de chucherías.

Anunciaron que gastarán 1 millón de soles solamente en armarla, una cifra excesiva a todas luces porque ya se cuenta con infraestructura, conexiones y plataformas en el Campo de Innovación Tecnológica de Tarapoto (sede a utilizarse). Ferias mucho más grandes y competitivas que la propuesta para la región, como el caso de Invita Perú en Lima, cuestan 600 mil soles en montaje y convocan más de 50 mil personas cada año.

Pero el problema no sólo es logístico y presupuestal -sobre el cual la Contraloría tendrá que poner mucho ojo para evitar proveedores fantasmas, cifras alzadas y gastos etéreos- el verdadero talón de Aquiles de esta actividad es que carece de alma y su génesis es “el éxito” que tuvo el patio de comidas en la ExpoAmazónica 2017. ¿Cómo?

Pues sí, es una reacción epidérmica que no responde a una estrategia de gestión para posicionar el destino, revalorar (con vanguardia) la cocina amazónica y ser referente de la biodiversidad con sostenibilidad y sabor. Este paquete armado entre gallos y medianoche no tiene cabeza ni mucho menos corazón. “Vimos que la gente respondió al patio de comidas de la ExpoAmazónica y entonces dijimos por qué no hacer una feria gastronómica”, ha dicho suelto de huesos el gobernador. Esa es la partida de nacimiento: la improvisación.

Por eso la feria ni nombre tiene. Desde el aspecto marketero está jalada si intenta cualquier grado de recordación de marca y desde el córner visual también se va para marzo. Pero, huelga decir, ese no es el problema mayúsculo, el tema pasa por el contenido, por su ADN.

Y es que no tiene. La presentación realizada la semana pasada en el auditorio de la Cámara de Comercio de San Martín dio vergüenza ajena. Un poco de danza, una sabrosa degustación y la exhibición de videos promocionales fue lo único rescatable. Luego todo fue para el olvido.

“Vamos a poner a San Martín en los ojos del mundo” se desgañitaron en decir, pero no explicaron cómo. Lo que planean es un gran festival de cocina recalentada. Irán los restaurantes que puedan pagar su stand, así no sean buenos en su propuesta. Vendrán chefs mediáticos a dar demostraciones de cocina por enésima vez, se servirá en platos de tecnopor y se brindará con vasito de plástico.

Sus conversatorios serán chácharas suculentas para el olvido y no se aterrizará en manifiestos ni iniciativas de inversión pública en el sector alimentario y gastronómico. No vendrán estudiantes de cocina de Lima y el corredor nororiental para aprender de insumos de nuestra gran despensa porque ni los chicos de aquí han sido considerados como protagonistas. No se trata de preparar juanes, sino de inundar las gastronomías del mundo con los insumos amazónicos. Esa es la conquista.

Pero de eso nada. Y si eso es lamentable ahora viene lo peor. Apuesta cero por la sostenibilidad. El mercado de productores también estará ocupado por quienes puedan pagar el puestito. No habrá un espacio diferenciado, resaltado y gratuito para aquellos agricultores y productores que ayudan a proteger los bosques y el agua desde hace lustros.

El ingreso en boletería debería ser destinado para pagarle un sueldo a los guardianes de nuestra biodiversidad que ahora trabajan voluntariamente, pero esa idea genera chiripiolca en la administración pública.

Por eso, la feria gastronómica amazónica que venga después de esta que han anunciado, tiene que ser una fiesta, un vórtice motivacional y cohesionador social. No se refuerza la identidad con danzas endémicas o exhibiendo indígenas en cabañas al ingreso de la feria como si se tratara de maniquíes. Se engorda el orgullo y el sentido de pertenencia difundiendo nuestra despensa (ni el 10% de insumos son conocidos en Lima) y evitando la tala miserable. Se cuaja la identidad descubriendo ante la juventud las historias de quienes se enfrentan a las mafias, empresas deforestadoras y los cazadores impunes.

Se hace patria y se es amazónicamente responsable cuando se vincula al campesino de prácticas sostenibles con el intermediario para que encuentre mercado y no se lancen cifras con helio, como en la ExpoAmazónica 2017 (hablaron de 70 millones de soles en negocios). Sí, la ExpoAmazónica que contaminó con tecnopor, la que terminó cediendo stands para venta de ropa china y donde se codearon productores deforestadores y quienes ponen el pecho para evitar el desmadre.

Montar una feria que sea el corazón de la Amazonía es fácil, sólo basta actitud y ganas de cambiar las cosas para que nada siga igual. Para que dejemos de ser vistos como el destino nocturno y tengamos, pronto, un mejor amanecer. Estamos seguros que así será, que pronto latiremos al ritmo de una nueva causa, de una que quiebre paradigmas y construya una identidad amazónica a prueba de proveedores burdos, meneos de cadera, fines comerciales, sonrisas bobas para las fotos y festivales de la improvisación.

 

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