Por: Silvia Quevedo Bardález
Siempre escuché decir que lo peor que podemos hacer al levantarnos y recibir un día nuevo, es encender el televisor para ver noticias.
Pero como no puedo evitarlo y es la costumbre diaria de querer saber que pasa por acá y en el resto del mundo, caigo en la tentación y me veo “informándome” del acontecer diario.
Actos de corrupción (muchos), Benedicto Jiménez, el ministro Urresti, “farándula” que informan sobre la miseria de quienes por algunos soles sacan lo peor, accidentes de tránsito, algunos con consecuencias lamentables, pero hay un tema que ha sucedido el lunes temprano que llamó mucho mi atención y que duele conocer.
El asesinato de una madre de familia delante de sus cinco hijos, por parte de un sujeto que aparentemente estaba (o quiere hacer creer) bajo los efectos del alcohol o alguna droga.
Ahora, el Estado se hace cargo de estos cinco menores de 14; 10; 7; 3 y un año de edad, en un albergue que no podrá jamás (sobretodo de los más grandecitos), borrar el horror que tuvieron que vivir al ver cómo mataban a su madre.
El asesino está en un hospital, pues ha tratado de quitarse la vida, pero algunas autoridades como la premier y la ministra de la Mujer han asegurado que ese caso no quedará impune.
Nadie entiende qué es lo que pasó y por qué pasó, creo que nadie en su sano juicio podría explicar el por qué de actos de esta naturaleza.
¿Hasta dónde somos capaces de contener nuestra ira?. Muchos feminicidios se conocen cada mes en nuestro país y la gran mayoría son cuando la mujer ha decidido reiniciar su vida y dejar atrás a quien hacía de su vida insostenible debido a los maltratos.
No debe haber “motivos” para asesinar a alguien, pero es una notica que se ve casi a diario. Hay penas más severas para estos casos, sin embargo, estos actos no disminuyen y causa miedo. La salud mental de algunos peruanos es de cuidado.