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sábado, abril 20, 2024

Los barones del petróleo y la jungla

Felipe Cantuarias es el presidente de la Sociedad Peruana de Hidrocarburos (clan que explora, explota, transporta y comercializa petróleo y gas). Por eso levanta la voz cuándo, dónde y cómo quiere. Replicando un viejo cacareo de señores gamonales, barones del caucho y amos de la anchoveta, Canturias se la pasó el 2017 ventilando una desgracia intestina: la producción de barriles de petróleo por día, sólo sería de 42 mil en el Perú.

Recorrió medios quejándose del fallo judicial que anulaba el contrato del lote 116 y desgañitó (en vivo, diferido y microondas) por la creación de una nueva área natural en el norte. El portavoz de los Mur y afines quiso victimizar a su gremio, al buró de empresarios dedicados a uno de los negocios más oscuros, contaminantes y decadentes que hay sobre la Tierra.

Como buen cazador de oportunidades, Cantuarias recordó sus años mozos como presidente del Sporting Cristal y sabía que debía aplicar un torniquete mediático para allanar el camino de la buena nueva que venía cocinándose en el Ministerio de Energía y Minas: el viceministerio de hidrocarburos.

Aunque suene de Ripley, así fue. En noviembre del 2017 el Congreso aprobó la creación de este despacho que tiene como misión impulsar y blindar la extracción de crudo a raja tabla. El business depredador que viene desplomándose ante las energías limpias, renovables y más rentables, encontró impulso en un gobierno genuflexo ante el capitalismo insensible.

Pero… ¿Por qué crearon con tanta celeridad el viceministerio? ¿por qué lo exoneraron de una segunda votación en el parlamento? Porque con una ministra de Energía y Minas como Cayetana Aljovín (seis años presidenta del Comité de Comunicaciones de la Sociedad Nacional de Minería, Petróleo y Energía) lo raro hubiera sido que se demorara.

Así es. El Estado peruano ha declarado su obsesión insana por querer venderlo, explotarlo, alquilarlo y arrendarlo todo a cambio de un generoso puñado de divisas y comisiones. No importa que se contaminen ríos, se sequen las lagunas, se arrasen bosques y los indígenas se envenenen despacito.

Ante ese panorama sombrío para montañas, ríos y quebradas, el portafolio que debía ser el llamado a restablecer el balance, poner frenos de mano y dar buenos estate quietos, anda silente y con el rabo entre las piernas. En el Ministerio del Ambiente (Minam) nunca hubo tanto silencio ni decepción viralizada.

Y es que la cartera de Elsa Galarza puso la gota que derramó el vaso cuando defendió los derechos preexistentes de la concesionaria petrolera en la Cordillera Escalera. Sin embargo, esta posición anti ambientalista no sorprendió mucho a Eduardo Durand, el dilecto ex director general de Cambio Climático, Desertificación y Recursos Hídricos del Minam.

Comentó que Galarza no haría mucho por defender la biodiversidad. Durand fue contundente: Galarza fue ministra porque nadie quiso tomar el cargo. Debe haber sido la quinta o sexta persona a quien le propusieron el puesto. El perfil estaba aceitado: no debía oponerse a las decisiones del Ministerio de Energía y Minas, debía renunciar a competencias sobre ordenamiento territorial y, sobre todo, urgía apoyar todo tipo de inversiones, le duela a quien le duela.

Quizá por eso aprobó la elevación de emisiones de dióxido de azufre de 20 a 250 microgramos por m3 en La Oroya. Quizá por eso gestó y aplaudió al flamante viceministerio de Hidrocarburos. Quizá le importa muy poco las 170 mil hectáreas de bosque que se pierden al año en el Perú. Total, es economista y dicen que ellos son una raza distinta.

Casi casi de otro planeta. Guerra avisada no mata gente.

 

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