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jueves, marzo 28, 2024

A mi madre

Siempre quise dedicarle un artículo tierno y amoroso a mi Madre, mientras ella pudiera leerlo y contarme sus impresiones. Pero siempre creemos que los seres a quienes amamos son eternos; pasó el tiempo y nunca pude cumplir con ese deseo: el culpable soy yo.

Creo que ha llegado ese momento que no esperamos y es cuando ella pareciera haber llegado al final del camino; de ese sendero que no fue fácil; que tuvo sus grandezas y momentos difíciles. De ese largo camino recorrido por más de noventa años y que se iniciara en las orillas del Ucayali, allí donde también los hermanos de mi madre nacieron para que todos ellos nos legaran una vida de promesas y realidades maravillosas, y que continuó en Chazuta, Tarapoto y Lima. Por todas estas razones nos enorgullecemos de esta familia numerosísima y hermosa.

Gracias a mi madre, y a mi padre –que partió hacia esos lugares lejanos hace más tres décadas–, y a mi familia toda, podemos decir que vivimos intensamente. Vivimos intensamente la felicidad que nos dieron a través de ese calor y afecto sincero desprovisto de cálculo y malicia. Fuimos parte de una familia que supo hacer del humor una parte de nuestras vidas. Tal vez sea eso lo más hermoso de esta familia.

Nos unió con mi Madre una relación de sana complicidad: coincidimos en nuestras creencias, en nuestros valores, en nuestras inquietudes políticas por la corriente justa, en el deseo de tiempos mejores para la humanidad. Nos emocionamos con los triunfos de Universitario de Deportes, junto a mis abuelitos Rodolfo Arévalo García y Mercedes Tenazoa Flores escuchando por la radio los goles de Alejandro “Pelé” Guzmán y Ángel Uribe. Porque los momentos estelares de nuestras vidas son esos instantes de grandes emociones y que, en esencia, es la expresión del amor y los buenos sentimientos.

¿Qué recordar de mi Madre en este difícil momento? Pues, si nuestras vidas y nuestras experiencias se graficarían en solo instantes, me quedo con la imagen de mi madre ayudándome a cruzar la quebrada para ir al fundo de mi tío Víctor Hugo. Yo tenía entonces cuatro años. Y lo recuerdo porque la vi luchar tenazmente contra la fuerza de la corriente del Chazutayacu, que había crecido después de una lluvia intensa. Ese hecho era la expresión del fuerte carácter que tenía, pues ella no se aguantaba pulgas.

Agradeceremos toda la eternidad a mi Madre por todo lo que nos dio. También por todo lo que no pudo darnos. Con mis hermanos Ángel, Adela Inés y Humberto Segundo; sus nietos William Boris, Sergio Maximiliano y Gloria; sus bisnietos Boris Estephano, Marcelo Matías y Willian Jared, le pedimos perdón por lo que no pudimos darle. Por esas mezquindades que pudimos tener. Que Dios la bendiga. Nada será igual después de su partida…

Sería injusto no agradecer a mi familia por todo su apoyo. A los amigos y las bellas personas que por el Facebook me hicieron llegar palabras de aliento y consuelo. A quienes me llamaron desde el extranjero. A esa familia que pude constituir con la gente noble y digna del ex Fondeagro.

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