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viernes, marzo 29, 2024

San Martín logra lo impensado: deforestación cero

Un hito histórico. Los indicadores de deforestación en la selva peruana tienen un bálsamo y la esperanza de que la lucha no está perdida, tienen un claro ejemplo de gestión con los campesinos y pobladores que lograron frenar la deforestación.

Semejante victoria en favor de los ecosistemas se dio en la concesión para conservación, Ojos de Agua (2 mil 13 hectáreas) ubicada en la provincia de Picota, región San Martín. El hecho es histórico porque es fruto del trabajo comunitario y se ancla en el enfoque protección-producción, la receta más eficiente para darle vuelta al pastel de la deforestación.

Si bien Ojos de Agua fue otorgada el 2010 por el Estado para su protección a manos de los propios pobladores, luego de años de trabajo se pudo comprobar, mediante la plataforma de Geobosques del Ministerio del Ambiente y el análisis de la Asociación Amazónicos por la Amazonía (AMPA), que ningún metro cuadrado de sus bosques fue deforestado ni ha sido vulnerado forestalmente. Una buena nueva que ratifica la importancia del trabajo asociativo y el apoyo a las concesiones para conservación.

Cambiando de chip
Fueron los mismos pobladores quienes realizaron labores de vigilancia y campañas de sensibilización entre sus pares y campesinos que viven y cosechan en la periferia del bosque. Sin duda se trata de una cruzada que contagia a las comunidades amazónicas, tanto que hay 33 concesiones otorgadas y 23 en proceso en toda la región, haciendo un aproximado de 700 mil hectáreas resguardadas por la sociedad civil organizada.

En cuanto a la reducción de los niveles de deforestación, otras concesiones sanmartinenses vienen también consiguiendo resultados importantes al respecto. Tal es el caso de las concesiones para conservación El Breo, Mana Hermoso, Alto Huayabamba y Valle del Biavo.

Según cifras oficiales al año se pierden 170 mil hectáreas de bosque y el 80% de ese desastre es provocado por la creciente siembra de cacao, café, arroz, palma aceitera y pasto para ganadería. La solución, en parte, pasa por apuntalar el trabajo voluntario de las comunidades a través de las concesiones para conservación, pero también resulta necesario modificar hábitos de consumo sobre productos que generan la tala de árboles (carnes, lácteos, café, cacao, carbón de leña, etc.).

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