21.6 C
Tarapoto
viernes, marzo 29, 2024

Un vistazo de los suelos de Tocache

Camina el visitante en la plaza pública bajo candente sol. Ante la constante y pública invitación de “vamos a Tocache”, al fin, tiene el sueño realizado y ya está en ésta ciudad. La plaza está abarrotada de niños y jóvenes. Los alta voces anuncian a los ganadores de danzas de los concursos de todas las regiones alto andinas, costeñas y extranjeras, “pero en ningún momento se anuncia la danza de la selva, porque ésta provincia está enclavada en la selva del Alto Huallaga. ¡Qué raro!”, se dice el visitante mientras escudriña los mínimos detalles sociales y ambientales. Ahora es el anuncio de los ganadores de comidas típicas de las mismas regiones, obviando de nuevo a los platos de la selva.

“Quizá los profesores y padres de familia están dando a conocer las costumbres de otras regiones, porque la suya ya la conocen”, se conforma el visitante.

De pronto, aparece un grupo de jóvenes profiriendo entre sus jugosas risotadas palabras de grueso calibre que los niños escuchan y se encogen de hombros bajando sus miradas, haciéndose los desatendidos ante los profesores cercanos. Éstos jóvenes, entre varones y mujeres, de pantalones perforados por todas partes, y de cortes de pelo parecidos al del perro peruano, algunos con aretes del estilo femenino y otros con nariceras parecidas a las de los bovinos, hablan de bailes nocturnos en discotecas y de trabajos encargados de la universidad. En ese momento, se prende la chispa de la solución a la preocupación del visitante, de que éstos jóvenes le darían buena explicación: “¿Me podrían decir dónde se encuentra el bosque virgen más cercano y el río para bañarse como Adán hizo en el Edén? Tengo deseos de gozar de la selva, de la plenitud de su bosque virgen y de sus aguas transparentes” El visitante experimenta vibraciones emotivas por el solo hecho de estar viviendo estos momentos en Tocache, en la selva. Los jóvenes se cruzan miradas, tratando de encontrar las respuestas en los compañeros. “Bueno, bueno, bosque virgen” habla el que posiblemente es el mayor de edad del grupo, con evidentes signos de tartamudez. Levanta los ojos y baña con su mirada abierta sobre todo el perímetro de la plaza, hace funcionar el cerebro tratando de encontrar en sus veintitantos años de recuerdos, la ubicación exacta del bosque virgen más cercano. Abre la boca de nuevo: “Bosque virgen”. Mira a sus compañeros y ellos también están en las mismas condiciones con los recuerdos vacíos de bosque virgen. En eso, uno levanta la mano y habla: “Mi abuelito tiene un pedazo de bosque virgen, quizá de un cuarto de hectárea, pero se encuentra a tres horas de camino de aquí” “¿No hay más cerca y de mayor extensión?”, interrumpe el visitante, con la boca abierta de estupor. Los jóvenes universitarios se miran, como quien trata de esconder su vergüenza, aunque ajena, porque sienten que les cae el guante. Uno de ellos sale del ruedo y se aleja sin mediar palabra. Una chica levanta la mano para pedir intervenir: “Hay una catarata rodeada de bosque virgen, si desea le podemos acompañar; solo, que no está muy cerca de acá. Allí si hay bosque virgen y agua cristalina, pero está en relieve escarpado, inhóspito, de difícil tránsito humano”. Conversan algo más y al final deciden ir de visita a la catarata. Cuando están por emprender la retirada a preparar sus cosas, aparece el compañero que se retiró: “Hey, no se vayan todavía. Aquí les traigo un resultado de análisis de suelos de Tocache, para que vean como una radiografía lo que tiene mi provincia”, espeta Lleymer.

Al día siguiente, muy temprano, se encuentran en la plaza y emprenden viaje en carro, en motocar y luego caminando y llegan después de casi cuatro horas de viaje. Ascienden por el angosto camino empedrado, las dos chicas de contextura concordante a los buenos tiempos alimenticios, van adelante, como gateando. Los varones van detrás, como para amortiguar alguna posible caída, levantando a cada rato la mirada, quizá para guiarlas. Llegan a las aguas tranquilas bajo la refrescante sombra. Se bañan y se internan metros adentro al bosque y hacen una calicata, un hoyo, de un metro por un metro, por un metro de profundidad. Luego de estudiar concluyen que en una hectárea de bosque virgen existen alrededor de un millón de hierbas, 10.2 toneladas de hojarasca y 30 toneladas de mantillo. El suelo superficial en este bosque virgen, apto para realizar agricultura, tiene una profundidad promedio de treinta centímetros. Lleymer, interviene: “¿Por qué no miramos el resultado de este análisis de suelos?” Entonces, el visitante ojea el documento y comenta: “Los suelos de Tocache son buenos, han tenido buena evolución de formación. En los tiempos de agricultura tradicional, cuando en toda ésta zona reinaba el bosque virgen, vivían aquí los animales silvestres. Según este resultado, las áreas de cultivos son ácidas, con bajo porcentaje de materia orgánica, de nitrógeno, fósforo, potasio, calcio, magnesio y manganeso”. De regreso, pasan por un cafetal paloteado, es decir, sobre explotado, sin uso de abonos.

Artículos relacionados

Mantente Conectado

34,512FansMe gusta
256SeguidoresSeguir
1,851SeguidoresSeguir

Últimos artículos