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sábado, abril 20, 2024

¿Cuántos leen en su familia?

Vivimos en los tiempos de la competitividad y él éxito. Vivimos en una época en la que casi nadie lee, ni hace el intento, sencillamente porque la promoción del hábito de leer no le interesa a ninguna autoridad educativa y política. ¿Cuántos libros al año leen los directores regionales de educación? ¿Cuáles son los cinco últimos libros que leyeron nuestros consejeros y gerentes regionales, alcaldes y sus regidores? Los grandes consultores, ¿cuántos libros, que no sean los técnicos…´y eso´? Nuestros gobernadores, ¿alguna vez han leído El Quijote de la Mancha? Obviamente, las respuestas nos llenarían de terror.

Hace muchísimos años me encontraba en la sala de espera de la Clínica Stela Maris para que me hagan una intervención quirúrgica, cuando una religiosa me preguntó qué libro me encontraba leyendo y yo le dije ´una antología de artículos periodísticos´. Entablé una conversación y me dijo que ella también leía bastante y aproveché para lanzarle un misil –más poderoso aún que el Taepodong-2— con el que el dictador norcoreano Kim Jong-un está aterrorizando a Donald Trump, al preguntarle qué le había parecido El Quijote de la Mancha. Entonces la religiosa se persignó y temblando dijo: “¡Dios Mío, Santa María Purísima, sin pecado concebida; no lo he leído aún!”.

Creo no equivocarme cuando digo que no tenemos una política nacional de promoción de la lectura. A ninguna autoridad le interesa porque solo piensan en el corto plazo, en los resultados inmediatos, en los “éxitos” coyunturales. Sin embargo, la tragedia es que no seríamos capaces de diseñar las estrategias para generar una política pública regional, bajo el espíritu de la descentralización del país, proceso aún mediatizado dentro del parámetro de las inversiones públicas y en infraestructura, principalmente.

Nuestro país y región, en estas últimas décadas, ha avanzado significativamente en los temas de la infraestructura vial y de las telecomunicaciones. Vivimos una revolución tecnológica cuyos cambios e innovaciones se desarrollan en un cortísimo tiempo, tanto que los productos y servicios se convierten en obsoletos en menos de un lustro. Antes, utensilios como la moledora marca Corona, o la plancha marca Gallo –revolucionarios en sus épocas– eran por décadas parte y orgullo de las familias. Ahora, las empresas se innovan velozmente, como Sansumg, de ser vendedora de pescado seco y verduras, pasó a ser totalmente tecnológica, para poner un ejemplo.

Pero con todo este avance, la vocación y la pasión por la lectura han desaparecido de las escuelas y las familias. Un pariente me decía: “Compro todos los días La República, Gestión, El Comercio; estoy suscrito a Business, y mis hijos, hermanos y sobrinos que llegan a la casa no se dignan ni siquiera hojearlos”. Conclusión: una sociedad que no lee, ¿será feliz y creativa? Víctor Raúl Haya de la Torre, en su “Discurso de Acho”, de 1931, diría: Nosotros […] no hemos creado la máquina; solamente manejamos la máquina que nos viene de fuera”, tal vez el diagnóstico más feroz y lúcido sobre nuestro sistema educativo, y sería deshonesto no reconocerlo. Y aclarando, como prevención: no soy aprista. [Comunicando Bosque y Cultura].

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