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viernes, abril 19, 2024

La palabra decreta la acción

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Se escucha con frecuencia enunciados negativos en las prácticas conversacionales de nuestra sociedad, por lo que se hace necesario que nos detengamos un instante para meditar lo que realmente está diciendo. Las palabras tienen extraordinario poder, con ellas podemos destruir aquello que nos costó tanto tiempo en construir. Cuántas veces una palabra fuera de lugar es capaz de arruinar un proyecto largamente ansiado, como también cuantas veces una palabra de estimulo tiene el poder de estimularnos, reconstruir y aportarnos paz.

Si constantemente una persona repite que “los negocios están malísimos, las cosas andan muy malas, la juventud está perdida, el tráfico está imposible, el servicio de salud está pésimo, no se consigue trabajo, la delincuencia se ha incrementado en las carreteras, tengo miedo de salir, tengo muy mala suerte, no puedo comer eso porque me hace daño, tengo mala memoria, todos los días me duele de cabeza, expresiones como ¡ay mi reumatismo me está dominando, etc.”, jamás debe sorprenderse ni quejarse si al expresarlo lo ve ocurrir. Lo ha decretado. Ha dado una orden que tiene que esperar que sea cumplida.

Las palabras que se manifiestan, tienen el poder de construir pero también de destruir el futuro. Cada palabra que se pronuncia es un mandato optimista o pesimista. Si es optimista se manifiesta en bien, se recibe bondad y comprensión de los demás. Si es pesimista se manifiesta en mal, si es contra el prójimo es lo mismo que si lo estuviera decretando contra sí mismo. Su buen uso, es uno de las ofrendas más hermosas que se logra dar al mundo, porque se puede crear paz, armonía y bienestar en nuestras vidas y en la de todos los seres que habitamos este planeta. Utilizarla para el bien de la humanidad nos hace grandes, generosos y nos permite vivir plenamente. Lo que pensamos se convierte en palabras y éstas a su vez pueden crear nuestra realidad; nuestros pensamientos nos pertenecen y nosotros elegimos pensar, negativo o positivo y de acuerdo con ellos creamos nuestro presente y nuestro futuro.

El rey Salomón en su libro de Proverbios, dijo: «Manzana de oro con figuras de plata es la palabra dicha como conviene». Esta frase, digna de ser recordada, significa que una palabra amable, emitida en el momento adecuado, es algo bello de oír, comparado a una manzana de oro en una canasta de plata. Es bueno que seamos optimistas con nuestros estudiantes, colegas de trabajo y con todas las personas y que hablemos con bondad. Si practicamos el buen uso de la palabra, estaremos poniendo en práctica unas relaciones simpáticas, nuestras palabras deben ser sobre todo de elogio, evitando siempre el ponderar y enfatizar los errores de los demás.

Es tan poderosa la palabra, que en algunas culturas orientales y del medio oriente, se decía que ella había sido entregada a los hombres por los dioses, y que era potestad de ellos. Los sumerios aseguraban que el Dios Marduk, el más importante del panteón antiguo en la Mesopotamia, se había compadecido con esos seres que había inventado y que no podían comunicarse; entonces les entregó la palabra.

En la comunicación es bueno utilizar convenientemente las palabras, porque, una palabra cruel, puede destruir una vida; mientras que, una agradable, una con amor y cariño puede cambiar una actitud. Muchas veces somos descuidados con las palabras que decimos y en vez de ensalzar, lastimamos y destruimos a los que nos rodean. Cuando hablamos palabras que edifican y bendicen, estamos dándole a los demás algo positivo y productivo. Las palabras insultantes o despectivas nunca han creado un futuro mejor. El uso de expresiones agresivas es sumamente peligrosa y arriesgada, anula nuestra vida encerrándonos en un círculo de fracaso y frustración.

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