Mientras leo a Eduardo Galeano, voy auscultando además en las instituciones que han instalado la pobreza en el mundo, algo que sigue en el presente.
Los estados más proteccionistas, insisten en que el libre mercado es el único que salvará a las naciones del tercer mundo, pero subsidian su producción y además, elevan aranceles, para evitar perder competitividad.
No obstante, si alguna nación del tercer mundo se atreve a hacer algo parecido, siempre la misma historia. Se la arrasa, se la difama y se le llama, como último argumento, hija de comunistas. Pues bien, en Latinoamérica, de donde Perú era el milagro, han empezado a surgir economías con niveles de crecimientos superiores a cualquier otra y con una disminución de las brechas entre los ricos y los pobres asombrosas. Está Ecuador y está Bolivia, países cuyo estatus cada día mejora y gracias a que creyeron en ellos para cambiar.
Venezuela es un desbarajuste extremo, un nido de corrupción histórico, en donde lamentablemente se confió tanto en la matriz fósil, convirtiéndose en lo mismo que ellos renegaban: un país primario exportador de petróleo y pobreza.
Hay cosas que se están haciendo bien en Latinoamérica, pero para eso, hay presidentes con pantalones..