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martes, marzo 19, 2024

Cuestionándonos a nosotros mismos

Facebook tiene la propiedad de recordarte las publicaciones que hiciste anualmente desde que empezaste a usar esta red social. Te trae los memes y videos graciosos que compartiste, esos momentos alegres o tristes que pasaste, opiniones y un sinfín de contenidos.

Quizás algunos no prestemos mucha atención a esto, pero, en muchos casos, nos permite ver cómo ha ido variando nuestra forma de pensar. Hay ocasiones que rememoramos entre risas cuando aparece uno de estos “recuerdos” y dices `¡cómo he podido creer en esto!`, y mi asombro crece cuando descubro con qué seguridad manifestaba algunas de esas expresiones que nos podrían parecer absurdas ahora.

Por ejemplo, ¿quién no ha compartido casi instintivamente una publicación donde se ve a personas en situaciones extremas de pobreza queriendo salir adelante, con mensajes pomposos de superación y ánimo? Muchas de estas publicaciones son sobre niños que, en algunos casos, se los ve haciendo sus tareas en las calles mientras ayudan a sus padres vendiendo algún producto que les permita comer ese día, o de ancianos, que recorren a pie largos tramos para vender sus golosinas en las afueras de discotecas.

Cuando se comparte estos mensajes, lo único que se logra es hacerle sentir bien a quien las propaga en ese momento, donde nos sentimos artífices de un cambio y un desarrollo que se esfuma apenas llega la siguiente publicación, y no nos pone a analizar la situación a fondo. Celebramos el “esfuerzo” y el “querer salir adelante” de este pequeño que tuvo la desdicha de nacer en un hogar sin recursos. Nos regocijamos felicitando al anciano que no cesa en su lucha y que a pesar de su edad sigue trabajando. Si uno revisa las fanpages que comparten este tipo de contenidos, nos daremos cuenta que tienen miles de likes y los comentarios comunes de la gente son, apuntando al desdichado como un “guerrero”, un “valiente”, alentándolo en su “esfuerzo” por salir adelante.

Ver estas situaciones debería llamarnos a la reflexión en lugar de ser una fuente de auto estímulo a costa del padecimiento de otros. Hemos interiorizado que estas situaciones son normales y vemos con consternación cómo hay personas que aún creen que “el pobre es pobre porque quiere”, que es la expresión más frecuente que utilizan. En nuestro país estos discursos minimizando estas desigualdades han calado profundamente y muchos las siguen compartiendo a pesar de la evidencia abundante que existe desmintiéndolas.

Esto es solo un ejemplo de cómo muchos conceptos se mantienen en el tiempo sin cuestionarlos y no poniéndolos en duda. Caímos en un facilismo que también es perjudicial para nosotros mismos. Ya lo dijo hace cuatro siglos el escritor John Milton, que “en los hombres sensatos, la opinión no es otra cosa que conocimiento en formación” o como diría el gran R. L. Stevenson: “Todas mis opiniones pasadas sólo eran etapas en el camino de lo que sostengo ahora, que a su vez no es más que una etapa en el camino a otra cosa”. (Comunicando Bosque y Cultura).

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