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jueves, abril 18, 2024

¿Qué se puede escribir desde el fondo de esta honda tristeza?

¿De qué sirve recordar con los ojos empañados de pena que dos palos nos golpearon la ilusión hasta destrozarla? 

Por:  Umberto Jara 

¿Para qué escribir si en los ojos y en el abrazo de nuestros niños está el inevitable descubrimiento del mal sabor de la derrota? Así es el fútbol, nos dirán, nos diremos. Sí, es verdad. El fútbol es como la vida por eso lo amamos tanto: a veces nos entrega sublime alegría; otras veces nos llena de esta pena excesiva.  

Esta tarde con esta derrota por penales, la tristeza nos envuelve porque no se trata únicamente de volver a estar ausentes de una Copa del Mundo. Esta tarde contiene también, y allí la pena mayor, el adiós a un ciclo hermoso que se inició en el 2015 y terminó en las manos de un payaso australiano que atenazó el balón final. 

¿Qué le vamos a reprochar a Luis Advíncula y a Alex Valera si ellos, al igual que nosotros, querían como nadie que el balón ingrese a la red? Cuando se termina en la ruleta de los penales ya no se es dueño de nada. Todo depende del azar, de los nervios, de la prohibición de errar y nadie es infalible. El llanto de Advíncula abrazado a Carrillo, contenía las lágrimas de esa hinchada de corazón rojiblanco que no tiene fronteras, que un día se va a Rusia y el otro a Qatar invirtiendo lo que no tiene, pero sabiéndose millonaria en amor. Aquel que conoce lo que es la tristeza en una tribuna, sabrá entender cuánto duele el pitazo final cuando anuncia frío y fatal: “Se acabó la esperanza; esta vez no te toca la alegría”.  

¿Cómo reprocharles algo a nuestros jugadores? ¿Qué podemos decirles? ¿Qué estuvieron nerviosos, que estuvieron imprecisos, que en ese estadio lejano no jugaron bien? ¿Qué no supieron aprovechar la condición de ser mejores que los australianos? No. No hay lugar para el reproche. Son los mismos que en estos años compartidos nos hicieron vivir como sabemos vivir los peruanos: en ese subir y bajar de la peruanidad, en ese ir y venir de la gloria a la desdicha; pero, en el balance, nos dieron muchas alegrías y muchos momentos de felicidad y no olvidemos que nunca es eterna la felicidad. 

Ningún reproche. No hay espacio para ninguna queja. ¿Cómo podríamos decirle a Ricardo Gareca que esta vez, en este partido, no estuvo tan sabio como tantas veces? Sería un despropósito después de tantas alegrías, tanto camino recorrido en estos hermosos siete años. ¿Qué pregunta quejosa le podemos hacer a Gareca y a su comando técnico por este partido? Sería una insolencia después de haber aprendido con ellos cuán hermoso es ponerse la camiseta. Gracias a Ricardo Gareca y junto a él a Néstor Bonillo, Sergio Santín, Nolberto Solano, Juan Carlos Oblitas, Antonio García Pye, aprendimos a tener orgullo de sentirnos peruanos.  

Solo hay espacio para la gratitud. El 2 de marzo del 2015, Ricardo Gareca miraba sorprendido desde un taxi a los caminantes de las calles vistiendo camisetas del Barcelona, del Real Madrid, del Liverpool, de Brasil, de Argentina. Se preguntaba extrañado por qué los peruanos vestíamos camisetas ajenas. Y es que no teníamos de qué enorgullecernos. Y fue Gareca quien nos habló del sentido de pertenencia, quien nos enseñó, a punta de trabajo, que debíamos amar lo nuestro, que debíamos vestir con nuestros colores. Cómo reprocharle, entonces, por un resultado si hoy nuestros hijos, los nietos, los abuelos, las esposas, todos, nos pusimos una camiseta blanquirroja para ver el partido y ese estadio tenía a tope nuestros colores. Eso logramos y eso debe compensar la tristeza de estar ausentes en Qatar 2022. Aprendimos, desde el fútbol, algo que no debemos olvidar: que este país es nuestro y estamos obligados a hacerlo salir adelante porque somos mucho más que una tarde con dos penales fallados 

Gratitud total a Ricardo Gareca, a todos los que trabajaron junto a él y a cada uno de nuestros jugadores. Gracias por estos siete años maravillosos, incomparables. Gracias por el aprendizaje a tener orgullo de ser peruanos. Y ojalá esta tristeza enorme, estas lágrimas de final de repechaje, se vuelvan una alegría si Gareca renueva y, junto a él, abrimos otra etapa, una nueva etapa. 

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