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jueves, abril 18, 2024

Con el dolor en el alma me decías: Estamos empezando a desaparecer

Mi hermano me decía por la reciente muerte de mi hermana Natividad (la cuarta ya en lo que va en mi familia), me decía con el dolor en el alma: “estamos empezando ya a desaparecer”.  

Ciertamente nacimos para desaparecer. Todo se acaba en este mundo; vivimos a veces como si nunca vamos a desaparecer; pocas veces nos acercamos al umbral del pináculo de nuestra existencia y mirar hacia abajo y no nos preguntamos qué me espera más a fondo: nos vamos tal como llegamos en un lejano pasado: ¡Desnudos! Así nos vamos, desnudos, porque desnudos hemos llegado.  

Estamos empezando a desaparecer. Mi hermana Marina se fue hace 45 años; mi padre, hace 40 años; mi mamá, hace 10 años; mi hermana Natividad, hace un par de horas, el lunes 04 de abril.  

Duele aceptar que un ser querido se va de este mundo y sabes que nunca más le vas a ver físicamente; duele más, cuando aún quedaba pendiente pedirle disculpas, pedirle perdón. Porque todos de una y otra manera siempre nos ofendemos, directa o indirectamente; consciente o inconscientemente.  

Nuestros temperamentos, a veces subidos de intensidad, no debería ser motivo para ofender a nadie; en el acto se debería buscar la conciliación ante una mirada y actitud de fuerte amenaza de odio y resentimiento.  

Cristo nos enseñó algo intangible, basta si tu mirada está cargada de codicia y rencor; basta si tu pensamiento está cargado de malicia, ya ofendiste a la persona con quien intercambias una respectiva interconexión. No es necesario hablar para ofender o gratificar a alguien; las palabras solamente es el resultado de algo bueno o malo que se tejieron previamente en la mirada y en el pensamiento.  

Estamos empezando a desaparecer, así como desapareció todo el linaje directo de parte mi madre; todo el linaje directo de parte mi padre. Los hijos también empezamos a recibir las primeras alarmas en este peregrinaje infinito del mundo, pero tan finito que el aliento de vida se nos va de un momento a otro.  

Cómo hacerle una mágica jugada a la muerte, así como el legendario José, que pensó su anciano padre, Jacob de que estaba muerto. Gracias a la envidia y codicia de sus hermanos mayores, le hicieron tragar el cuento al anciano padre de hacerle creer que un feroz león le mató a su hermano menor, total, este hermano menor llamado José, fue vendido a las huestes egipcias y fue a parar en las manos de Faraón.  

En este escenario de la vida de José, un mal, más tarde se convierte en bien; una supuesta muerte, más tarde se convierte en bendición y en vida para todos sus hermanos que le vendieron; más tarde se convirtió en bendición y vida para su anciano padre, que José como buen hijo que fue, le hizo llevar a su anciano padre desde Canaán hasta Gosén, en Egipto, en un contexto de 7 años de mucha hambre.  

ALGÚN DÍA LA CLASE POLÍTICA PODRIDA DEBE DESAPARECER  

Estamos empezando a desaparecer. Si de este contexto de familia que me está tocando vivir con un familiar más que se nos va, le llevamos al contexto social y político del país, esta frase podría ser muy justa en toda la clase política obstruccionista que no dejan gobernar y que griten a voz en cuello: “estamos empezando a desaparecer”.  

Me pregunto: cómo estaría el Perú sin la presencia de esta clase política del fujimorismo, que permanentemente viene circulando en las redes con estos revuelos de zozobra de violencia en el país, que para ellos (el fujimorismo), estos desmanes  de violencia lo llaman “estrategia” y se asignan entre ellos piquetes respectivos de responsabilidad: ustedes desde los medios de comunicación -afirman(claro, se refieren a sus medios condicionales); ustedes desde los poderes judiciales; ustedes desde las calles y nosotros desde el Congreso. A esto le llaman “estrategia” los fujimoristas con sus grandes monopolios que vienen acaparando todo y propiciando el alza de costo de vida.  

Si esta clase política podrida desde donde le miras, se traga la frase (como yo lo estoy tragando con dolor a nivel de familia), si ellos fueran conscientes y pensarían por el bien del país, entonces con el dolor político del alma gritarían de desesperación cuando el control político se les termina y nostálgicos reaccionarían: ESTAMOS EMPEZANDO A DESAPARECER.  

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