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sábado, abril 20, 2024

¿El gobierno del pueblo?

Pueblo. Del pueblo, por el pueblo, para el pueblo. Desde frases célebres hasta burdos eslóganes, en política no existe palabra más manoseada que esa: pueblo. Una palabra que nuestro actual presidente evoca para absolutamente todo. El autodenominado “gobierno del pueblo” legitima su gestión frente a opositores – y vacadores – remarcando su procedencia. Pedro Castillo es la manifestación tangible de la voluntad popular y cualquier ataque en contra suya es un ataque directo contra el pueblo. O esa es la narrativa de la que intentan convencernos desde Palacio.

Pero el problema de mencionar tanto algo es que se corre el riesgo de relativizarlo al extremo de sustraerle cualquier sentido. Una palabra a la que se le intenta dar tantos significados suele resultar en una palabra que, en realidad, no significa nada. Y era exactamente eso lo que venía sucediendo con ‘pueblo’. Vacía y al borde de la irrelevancia, se perdía en discursos y justificaciones palaciegas. Hasta que el pueblo se manifestó.

En los últimos días, se está produciendo un fenómeno inusitado que debería estar preocupando en extremo a una presidencia que aduce estar “siempre con el pueblo”. Lo que no consiguieron ni las amenazas congresales ni las rabietas de una extrema derecha que no convoca a nadie a marchas con nombres ridículamente pomposos, lo logra ese pueblo que tanto invoca Castillo.

Desde Junín, la cuna del partido oficialista, las manifestaciones populares contrarias al gobierno se intensifican con el trascurrir de los días. La región que atestiguó el surgimiento de Perú Libre no está dispuesta a ceder a menos que el mandatario acuda personalmente a disculparse y se muestre dispuesto a ofrecer una solución. En otras regiones también se han registrado protestas – tal cual las acabamos de vivir aquí en San Martín – y a partir de hoy inicia un paro nacional de transportistas que podría complicar aún más las cosas y, de no solucionarse con prontitud, representar el inicio del fin para el régimen.

No se puede negar las circunstancias adversas que se presentan en el frente internacional: una inflación galopante aflige al mundo tras los momentos más álgidos de la pandemia, lo que se agrava tremendamente con el conflicto armado entre Rusia y Ucrania, naciones cuya situación incide demasiado en el panorama energético global. Sin embargo, es igual de innegable que Perú es uno de los países que peor está manejando la situación, para variar. Es el precio a pagar por el progresivo desmantelamiento del Estado ante el copamiento cerronista y el éxodo masivo de cuadros profesionales y funcionarios con experiencia. El ex dirigente sindical parece estar más concentrado en contubernios y negociados para mantenerse en el poder que en trabajar por ese pueblo al que prometió representar como nadie lo hizo antes. Y ese pueblo, hoy mismo, se lo demanda para beneplácito de una derecha que siempre terruqueó o criminalizó las protestas. Claro, ahora que esa gente del interior marcha contra su enemigo, pasó de ser una masa ignorante – manipulada o malintencionada – que se opone al progreso a un conjunto de héroes, nobles ciudadanos que luchan sin tregua por la democracia y nuestro futuro.

Dejando de lado la hipocresía de quienes recién descubren la utilidad de las manifestaciones populares que antaño tanto menospreciaron por ser cuestiones de rojetes sin oficio ni beneficio – aunque quizá luego las vuelvan a repudiar si se extienden a tal punto que propician un momento constituyente como ha sucedido en países vecinos – el presidente Castillo está en la obligación de honrar su palabra y responderle a ese pueblo que no es más una palabra vacía en sus discursos. De no hacerlo, su permanencia en Palacio perderá todo sentido.

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