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viernes, abril 26, 2024

La cuenca Amazónica en el centro de la disputa geopolítica de américa latina

Escribe: Róger Rumrrill

La cuenca amazónica con sus más de 8 millones de kilómetros cuadrados, uno de los mayores bancos genéticos de la Tierra, así como la mayor fábrica de agua dulce del mundo y que aporta el 20 por ciento del oxígeno planetario, se está convirtiendo en el epicentro de la disputa geopolítica de las potencias hegemónicas, sobre todo entre EE.UU. y China, en el contexto del quiebre espistémico, el colapso civilizatorio provocado por la pandemia del coronavirus y la amenaza apocalíptica del cambio climático.

Uno de los escenarios estratégicos de esta batalla geopolítica, además del Medio Oriente y otras zonas del mundo, es América Latina y el Caribe y acaba de empezar en Chile con el contundente triunfo electoral de Gabriel Boric, el candidato del conglomerado de centroizquierda “Apruebo Dignidad”, que aplastó sin atenuantes con el 10 por ciento más de votos a su rival ultraderechista, el pinochetista José Antonio Kast del “Partido Republicano”.

La victoria del joven nuevo presidente chileno de 35 años, en el balotaje del 19 de diciembre del 2021, es el inicio de un parteaguas y una inflexión en Chile y en toda América Latina y el Caribe: anuncia una nueva reconfiguración geopolítica en nuestro continente y es el punto de partida de un segundo ciclo de gobiernos progresistas en el espacio latinoamericano.

Chile, el portaviones de los intereses geopolíticos de EE. UU. en América del Sur

Chile ha sido, históricamente, el guardián de los intereses imperiales en América del Sur, desde el siglo XIX, en el ciclo imperial británico y en el siglo XX, y de EE. UU., antes y durante la dictadura de Augusto Pinochet. Ha cumplido el mismo rol, guardando las respectivas distancias, poderes e influencias que cumple Israel en el convulso Medio Oriente. Desde la creación del Estado de Israel, el 14 de mayo de 1948, hasta el día de hoy, EE.UU. ha proporcionado apoyo, sobre todo militar, a Israel por un monto de 146 mil millones de dólares. Washington ha ejercido su poder de veto en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas 44 veces para librar y exculpar a Israel de la rendición de cuentas por crímenes de guerra y violaciones de los derechos humanos.

Esta taimada y cínica protección del país más poderoso del mundo explica la impunidad con que Israel invade Palestina y comete crímenes de lesa humanidad y otras tropelías en el Medio Oriente, cuidando los intereses de su aliado, cómplice y protector, EE.UU.

La reconfiguración política de América Latina

Con el triunfo de la centroizquierda en Chile, EE.UU. pierde a su principal aliado, socio y a su portaviones geopolítico en América del Sur. No hay que olvidar que Chile ha sido durante tres décadas, la” democracia perfecta”, el “modelo ideal del capitalismo neoliberal”. Las protestas de 2006 y 2011 y el estallido social que empezó el 18 de octubre de 2019, derrumbaron ese castillo de arena y dejaron al desnudo una de las sociedades más inequitativas y desiguales del mundo. De acuerdo a la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), el 1 por ciento de los ricos de Chile concentra el 25 por ciento de toda la riqueza de la nación.

Los probables triunfos de Luíz Inácio Lula en Brasil y de Gustavo Petro en Colombia, en las elecciones del próximo año (ambos tienen una ventaja del 20 por ciento en las encuestas de intención de voto sobre sus más cercanos contendientes) consolidarán aún más esta reconfiguración geopolítica y el segundo ciclo de gobiernos de izquierda en América Latina, ahora conformado además por los gobiernos de Luis Alberto Arce Catacora en Bolivia, Alberto Ángel Fernández en Argentina, Andrés Manuel López Obrador en México, Pedro Castillo en el Perú, Xiomara Castro en Honduras, incluyendo a Cuba, Nicaragua y Venezuela.

Para el geopolítico argentino, Atilio Borón, este segundo ciclo de gobiernos progresistas, a diferencia del primer ciclo de principios del siglo XX, se dará en un escenario y contexto de crisis y grandes cambios globales y de todo orden de cosas, incluyendo el crecimiento de las ultraderechas fascistas en América Latina.

La clave del éxito de estos nuevos gobiernos progresistas, según Borón y otros analistas, es y será la unidad de las fuerzas políticas de centro izquierda, la llave maestra del triunfo de Boric en Chile y un ejemplo para los demás países de América Latina, en especial para el Perú, pues, sin la unidad de las fuerzas de cambio, de la construcción de un poder popular con una estructura programática, será imposible el avance de los nuevos gobiernos. Porque los que estos regímenes progresistas han ganado es el gobierno. No el poder. El poder se consigue y se sostiene con la fuerza del pueblo.

Porque, además, este nuevo ciclo de gobiernos progresistas y la reconfiguración de la geopolítica de América Latina y el Caribe que ha puesto entre las cuerdas al neomonroísmo de EE.UU. en su “patio trasero”, ha levantado las alarmas y ha generado un estado de pánico y miedo en las fuerzas más retrógradas y cavernícolas del continente. Preparan sus hordas para pasar al contraataque.

El vocero intelectual más famoso de estas ultraderechas, el novelista Mario Vargas Llosa, acaba de exclamar en una cita internacional: “En estos días podemos estar perdiendo América Latina” y ha hecho un llamado a los intereses oligárquicos y a los dueños de la riqueza del mundo para ver “Si salvamos América Latina”.

Porque para Vargas Llosa, “la pluma privilegiada del imperio”, como lo llama Atilio Borón, todos los movimientos, partidos, organizaciones y multitudes democráticas que han hecho posible el triunfo de los gobiernos de izquierda, los millones de trabajadores y trabajadoras, campesinos e indígenas, jóvenes, mujeres y hombres, discriminados, explotados, invisibilizados, empobrecidos y explotados, los convidados de piedra del sistema y el modelo neoliberal, son la mayor amenaza para “la libertad” y la “democracia”. Triste y patético final de un destacado escritor, ganador del Premio Nobel, que ahora es el guardia pretoriano y defensor a ultranza del cadáver todavía insepulto del capitalismo fósil y de ese 1 por ciento de ricos que controlan la riqueza mundial.

La cuenca amazónica en el centro de la disputa geopolítica mundial

La cuenca amazónica es, hoy, más que nunca, el espacio geopolítico, geoeconómico e hidropolítico estratégico del mundo. Lo ha sido siempre.

En los años setentas del siglo XX, el Hudson Institute, fundado en 1961 por Herman Kahn, formuló un plan de ocupación de la Amazonía, para transformar la cuenca en un gran lago que uniera los dos océanos, Atlántico y Pacífico, para producir energía barata a través de grandes centrales para la economía estadounidense.

Durante el gobierno de Luiz Inácio Lula (2003-2011), Brasil fue el contrapeso geopolítico de EE.UU. en América Latina y del neomonroísmo, la visión colonial de EE.UU. sobre América Latina, su “patio trasero”.

La caída de Lula, víctima de una operación de Lawfare o “golpe blanco” y acusado de corrupción por el juez Sergio Moro y cuyo fallo ha sido calificado de parcializado por el Tribunal Supremo de Brasil, abrió el camino para la elección presidencial del ultraderechista Jair Bolsonaro, una ficha clave para los intereses multinacionales y los artilugios del neomonroísmo.

Bolsonaro cumplió al pie de la letra el úkase de las multinacionales que le pusieron en Planalto: abrió las puertas de las Amazonía brasileña a las corporaciones de la agro-ganadería, de las gigantes hidráulicas y de la minería, desmanteló la institucionalidad ambiental y todo el aparato jurídico de protección a los pueblos indígenas.

Pero se fue mucho más allá. Entre el 8 y el 22 de setiembre del 2020 armó el diseño de una guerra entre dos países, rojo y azul, una operación sin precedentes que nunca había ocurrido en Brasil y que enmascaraba una intervención de EEUU para invadir Venezuela y consolidar la ocupación de los intereses estadounidenses en la cuenca amazónica. Al operativo, que costó más de un millón de dólares con el uso de misiles y otras armas de última generación, asistió puntualmente el secretario de Estado del gobierno de Donald Trump, el halcón Mike Pence.

El posible retorno de Luíz Inácio Lula al Gobierno del Brasil, recupera para este país su condición de contrapeso geopolítico de EEUU en América Latina, consolida la nueva reconfiguración geopolítica en el continente, refuerza la coalición de los nuevos gobiernos progresistas, reimpulsando el proceso de integración económica, política y cultural en un espacio que ahora se disputan geopolíticamente las dos potencias del siglo XXl, una en declinación, pero todavía la mayor potencia militar y bélica del mundo, EE.UU., y China, el nuevo imperio planetario del siglo XXI.

Ambas potencias hegemónicas enfrentadas en una nueva “Guerra Fría” de la tercera década del siglo XXI han desplegado sus armas, todavía no bélicas, en el territorio latinoamericano.

China adelantó a EE.UU. en la batalla de las vacunas distribuyendo millones de dosis de Sinopharm, Sinovac y CanSino en América Latina aprovechando las limitaciones de COVAX (un mecanismo de compra y distribución de vacunas organizado por Unicef, la OPS, la OMS y otros organismos) y la miseria moral que significa el acaparamiento y concentración de las vacunas por los países del Norte Global.

Pero no es todo en la estrategia de China en América Latina: sus inversiones suman a la fecha 400 mil millones de dólares y en el plano tecnológico está ofertando a diestra y siniestra su tecnología G5.

El neomonroísmo de EE. UU. no se quedó con los brazos cruzados para frenar el avance chino. En agosto del año 2020, los senadores republicanos de ultraderecha Bob Menéndez, Marco Rubio, Ted Cruz, Kim Kaine y Ben Cardin, pusieron en marcha la ley de Promoción de la competitividad, la transparencia y la seguridad en las Américas para “detener las prácticas económicas malignas” y contrarrestar los negocios chinos en infraestructura física y digital.

Donald Trump, el líder y tótem de la ultraderecha y del negacionismo, puso la fresa en la torta estratégica de EE. UU. para consolidar su influencia y su control económico y geopolítico en América Latina. Nombró a Mauricio Claver- Carone, un halcón ultraderechista republicano, como presidente del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), haciendo tabla rasa de las fórmulas de elección democrática de esa institución que siempre había sido presidida por un representante de América Latina.

La torta de la inversión del BID en América Latina y el Caribe abarca ahora una apetitosa cartera de 609 proyectos por un monto de 54 mil millones de dólares. Así también se ganan las guerras en el siglo XXI.

Las lecciones del primer ciclo

Los nuevos gobiernos de izquierda de este segundo ciclo, jamás deben olvidar que algunos de ellos en el primer ciclo progresista (1998-2016) entraron en crisis porque siguieron siendo extractivistas, primario exportadores y excluyeron de su agenda la transformación tecnológica y la diversificación productiva y tampoco incluyeron en sus políticas de desarrollo el vital asunto ambiental y también la reivindicación de los pueblos indígenas y otras minorías; tampoco hicieron los cambios estructurales políticos, sociales y culturales necesarios y fundamentales y algunos de ellos incluso sucumbieron a la corrupción.

Salvar la Amazonía, cuestión de vida o muerte

La cuenca amazónica, una superficie de más de 8 millones de kilómetros cuadrados, está al borde de la destrucción. Con 47 millones de habitantes, de ellos 2.2 millones de habitantes indígenas que corresponden a 410 pueblos o familias etnolingüísticas, la minería, las hidroeléctricas, las empresas de hidrocarburos, la tala masiva e ilegal del bosque, los megalatifundios ganaderos y de monocultivos de soya, el narcotráfico, las carreteras y también la expansión urbana le han puesto al borde del colapso.

Por este universo de vida discurre el río Amazonas, el más más extenso del mundo, con 7 mil kilómetros de longitud, con 1100 tributarios y que contiene el 48 por ciento del agua de todos los ríos del mundo. El origen de su nacimiento, el nevado Mismi en Arequipa, ya está muerto.

La Amazonía, además, entre otras funciones, es un colosal sumidero de carbono: almacena 200 billones de toneladas métricas de carbono en sus suelos. La Amazonía es la clave para mantener la temperatura global en 1.5 grados por su enorme biodiversidad y su capacidad de fijación de carbono. Entre otras funciones y servicios vitales para la supervivencia humana.

Los nuevos gobiernos progresistas de América Latina y el Caribe, en este segundo ciclo, deben hacer una profunda y radical revisión de los errores, fallas y omisiones cometidas en el primer ciclo y, sobre todo, a tono con los cambios que exige el colapso civilizatorio ocasionado por el coronavirus, la crisis estructural del sistema y los enormes desafíos del cambio climático, crear y construir una economía circular y una bioeconomía amazónica y firmar un nuevo pacto con la naturaleza, teniendo como epicentro la Amazonía.

Un nuevo gobierno de Lula, además, debe cambiar radicalmente el extractivismo desenfrenado instalado por Jair Bolsonaro en la Amazonía brasileña y frenar en seco, con el apoyo de todos los gobiernos progresistas, la intromisión neomonroísta en toda la cuenca amazónica, el espacio geopolítico, geoeconómico e hidropolítico de todos los países amazónicos en el Tercer Milenio del Antropoceno a punto de convertirse en Necroceno.

Lake Elsinore, California, EEUU, enero del 2022

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