21.6 C
Tarapoto
viernes, marzo 29, 2024

Lidia Esther Ruiz Pinedo: Sembrando conocimientos y valores

Semblanza de una gran maestra

POR: WILLIAN GALLEGOS ARÉVALO

“Esta historia te la dedico a ti, querida Esther, la mujer que con tanta suerte encontré en mi camino y que con su ilimitado cariño ha hecho posible la confección de estas líneas. No te garantizo que en ellas vayas a encontrar un lenguaje florido, pero sé que todo lo que yo escriba lo haré con sinceridad…”

Pocos querrán aceptar que esta bella declaración de amor fue escrita por el profesor Kieffer Freyre Santander Pérez, dedicada a Lidia Esther Ruíz Pinedo (Pilluana). Porque nada puede ser más expresivo que una declaración que se escribe que, con el transcurrir del tiempo, pasa a ser parte de una historia, ya no solo familiar, sino que nos comprende a todos. Y porque es así. Las personas, que se distinguen como seres humanos y formadores de conciencias cívicas, merecen perdurar en nuestra memoria, y por eso esta semblanza de la profesora Lidia Esther, patrocinada por sus ex alumnos. Personalmente, guardo una gratitud por ella, y no como docente, sino porque tuvo conmigo siempre expresiones, como esas que les dan significación a nuestras vidas. Y no se olvidan.

Formada en la Universidad Nacional de Trujillo, ejerció la docencia en el colegio Jiménez Pimentel donde enseñó los cursos Historia Universal e Historia del Perú y Geografía. Sus ex alumnos deben recordar, entonces, los escenarios del antiguo Egipto, Mesopotamia y el andar de los filósofos de esa atestada Atenas de la antigüedad. Y la descripción de esos ríos, bosques, páramos, nevados y esas serranías que guardan tesoros de los que unos pocos privilegiados se aprovechan. Y las clases de la profesora Esther serían entonces el retrotraer vivencias del pasado para unos alumnos que disfrutaban de la alegría y emoción de unas clases magistrales. Porque, ella combinaba a la perfección las virtudes máximas de la docencia: capacidad, bondad y entrega generosa de conocimientos.

Doña Esther suele recordar con emoción y ternura su primer encuentro con aquel hombre que parecía un ser adusto, serio y nada proclive a la ternura. Se conocerían en una celebración del Día de la Madre en el mismo colegio donde Kieffer enseñaba los cursos de Matemáticas y Física, y que eran el terror de los alumnos de la época, como lo recuerdan Luis Alberto Tafur Ruíz y Rodolfo Rojas Vargas. Después de la ceremonia, Kieffer acompañó a Esther hasta su domicilio y la pidió hablar a solas. “Él solito se autoinvitó”, recuerda Esther. Pocos días después le llegaría a Esther esa declaración de amor, y ese esperado “sí” no tardaría en llegar y sería un fin de semana en la localidad de Juan Guerra; entonces las estrellas brillarían con más intensidad en el firmamento.

Doña Esther fue maestra en una época en que los valores que se inculcaban quedaban enraizados en donde se sembraban; cuando la prédica guardaba relación con las actitudes y la coherencia. Es lo que se conoce como integridad. Y eso trasmitió también a sus hijos Néstor, Wilson Ernesto, Silvia y Astrid. Y dentro de esas añoranzas que se vinculan a lo filial, recuerda con cariño a sus padres Cirilo Ruíz Ruíz (Saposoa) y Flor de María Pinedo del Águila (Juan Guerra), y a sus hermanos Telma, Mario, Wilma, Alda Luisa, Jenny y Marthita. No podemos obviar en esta semblanza que, del primer compromiso de su señor padre, fueron sus hermanos Sara, Dora, Héctor y Olga. Recuerda que su padre perteneció a las filas del arevalismo, aquella corriente política regional que tuvo de líder al senador Víctor Manuel Arévalo Delgado.

Doña Esther compartió una época con profesores emblemáticos, entre otros: Gerardo Galarreta Quiroz, Santos López Guarniz, Antonio Rodríguez Fernández (profesor de Dibujo, que se hizo célebre como “Uvachado”), Severiano Pretell Gonzales, Humberto Meza, Emilio San Martín, Jorge Eduardo Mendo Pita, Wilson Alvarado Bartra. Y en un rinconcito de su corazón se encuentra Demetrio Tafur López, el primer Químico-Farmacéutico de nuestro departamento, quien fuera su profesor de Física y Química.

Hemos entendido que, de todos sus afectos, ella guarda con emoción y pasión esa larga carta de amor del que sería su esposo. Sesenta páginas de una declaración escrito por un hombre que aparentemente escondía su cálida pasión por ella, porque el verdadero amor es fuego en silencio. Y parodiando al poeta: “Esas viejas cartas de amor que siguen hablando todavía”. Hasta la eternidad. (Comunicando Bosque y Cultura).

Artículos relacionados

Mantente Conectado

34,512FansMe gusta
256SeguidoresSeguir
1,851SeguidoresSeguir

Últimos artículos