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jueves, abril 18, 2024

El fanatismo o la licencia para agredir

He visto recientemente la película “Utoya: El atentado del siglo”. Está película, basada en hechos reales, recrea la masacre perpetrada en el año 2011 por el ultraderechista Anders Breivik, quien, disfrazado de policía y armado de un fusil semiautomático, llegó hasta la isla de Utoya y asesinó a 77 jóvenes, en su mayoría adolescentes, que celebraban un campamento de verano de las juventudes laboristas de Noruega. El tiroteo duró 75 minutos y la sociedad noruega, horrorizada, sacó varias conclusiones al respecto. Una de ellas fue la poca reacción de la policía al momento del suceso y, la otra, fue que muchas personas que conocían al perpetrador del tiroteo -incluso la policía lo tenía en el radar- conocían de sus posiciones radicales y extremistas. Sus publicaciones en redes sociales eran de conocimiento público y, según versiones, ya venía en un proceso de radicalización desde hacía diez años.

Aquí es donde me pongo a pensar en ese grupo de fanáticos que se hacen llamar “La Resistencia” -nombre tomado impunemente de la verdadera Resistencia francesa en tiempos de la ocupación nazi-. Todos los hemos visto por televisión y otros medios, y si bien causa risa y vergüenza ajena verlos haciendo saludos nazis u ondeando banderas con la cruz de Borgoña como si estuviéramos en la España fascista de Franco, no deberíamos tomarlos tan a la ligera. Este grupo viene agrediendo y acosando a todos los que no comulguen con sus posturas. Agreden a jueces y fiscales tanto en sus lugares de trabajo como en sus viviendas, también a periodistas, y hace unos días agredieron a unas señoras dirigentes de ollas comunes.

La Policía, el Ministerio Público y la sociedad civil ya los tiene completamente identificados, y la pregunta es: ¿No hay sanción para estos personajes? ¿Hasta cuándo tendremos que ver sus rostros ligados a una nueva cobarde agresión? ¿Acaso tendremos que esperar que alguien salga lastimado para que nuestras autoridades hagan algo al respecto? Ante la permisividad y la impunidad con que cometen sus actos, estos pueden ir escalando en agresividad (uno de ellos ha mencionado en una entrevista, que buscan armarse).

Todo ataque, sea de derecha o de izquierda, debe ser duramente criticado sin anteojeras ideológicas, pero, como resalta Renato Cisneros en su última columna en la revista Somos: “Hay que diferenciar las agresiones espontáneas con responsabilidades individuales (el desadaptado que lanzó un cono al ex congresista Tubino o el que le pegó un puñete al ex congresista Burga) con embestidas planificadas, que tienen detrás a organizaciones integradas por extremistas ultraconservadores que operan cobardemente en masa y que son incapaces de confrontar ideas”.

Estamos viviendo tiempos en el que los extremismos de ambos lados quieren imponerse a punta de patadas y gritos ante la carencia de argumentos que sostengan sus posturas. Un razonamiento claro y crítico mediante un debate alturado son las mejores armas en la lucha contra los fanatismos. (Comunicando Bosque y Cultura).

 

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