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jueves, abril 25, 2024

¡Ejemplar! Brigadas de enfermeras, técnicos de salud viajan largas horas para aplicar vacunas contra la COVID-19.

Cuando era pequeña, mi mamá me llevó al viejo hospital de Tocache y al ver a unas jovencitas que atendían a un bebé le dije a mi mamá: “Quiero ser como ellas” son años de pasión, marcados en la piel con el sello de la vida…”

Se trasladan a lomo de caballos para proteger con la vacuna a nuestra gente del campo. Nada detienen a las brigadas de salud para cumplir con su meta para vacunar contra la COVID -19, en especial a los más vulnerables, nuestros abuelos y abuelas del campo.

En San Martín, enfermeras y técnicos se trasladan a pie durante largas horas para llegar a lejanos poblados que no figuran ni en el mapa, alejada y sin comunicación, sin televisor ni una radio que les acompañe, para llegar apenas un caminito en medio del bosque.

Desde que se inició la primera campaña de vacunación, las enfermeras y técnicos de la salud en la región no se detienen ante la poca accesibilidad en las zonas más alejadas, pues siguen recorriendo nuestra selva, cruzando ríos y quebradas, caminando o a lomo de caballo con tal de proteger a la población de esta temible enfermedad.

Nuestros “soldados de la salud” llevan un cooler como equipaje, caminan durante horas y algunas veces con suerte, les prestan caballos para llegar a su objetivo: llevar una sonrisa acompañada de una dosis que representa la esperanza para que sus hermanos compatriotas estén protegidos ante la pandemia.

La mejor retribución a este noble esfuerzo es que las personas que viven en la ciudad y zonas de fácil acceso acudan a vacunarse, porque en los pueblos alejados esperan ser vacunados para estar protegidos.

Mientras tanto, en la cuenca del Río Mayo o del Huallaga tenemos hermanos en la otra orilla del Río Mayo, en El Cóndor, Los Ángeles, Flor de Primavera, Almirante Grau, Sol Andino Nueva York, Sol Andino, Kusu o Tiwiyacu, y en la cuenca del Río Huallaga, en Himbayoc y sus centros poblados como, Acnual, Chimbana, Gran Perú, Inayuca, Nuevo Paraíso, Pongo Isla o San José de Solterito, es en estos lugares tal vez poco conocidos de los propios sanmartinenses, es aquí donde hombres y mujeres colonos que bajaron del ande, esperan la llegada del personal de salud para poner el hombro y recibir su dosis contra el coronavirus. Aquí, se sigue vacunando, casa por casa, a los adultos mayores de 60 años, entre ellos ubicamos a José Marroquín de 63 años natural de Cajabamba, en medio de su sorpresa nos dice: “Me alegra que se hayan acordado de nosotros, porque para llegar a una posta médica tengo que caminar 4 horas y a esta edad y enfermo, sería contar el final” reflexiona José.

En ese contexto, las autoridades de Salud de la región han ratificado su compromiso en seguir enviando vacunas a los 77 distritos de San Martín, a sus Centros Poblados y Comunidades Nativas.

Historias en pandemia: Técnica en enfermería Alejandra Gómez Salas enfatiza por su pasión de curar, sanar, vacunar.

Su pasión por inmunizar a los niños lleva casi tres décadas y la han convertido en un ícono de la experiencia en esa materia. Durante años, a pie o a lomo de caballos, en peque peque, surcando y bajando ríos ha recorrido kilómetros de kilómetros durante 29 años para vacunar.
Por eso Alejandra fue parte del equipo de salud que dio inició a la inoculación contra el COVID-19 en la provincia.

Mis primeros pasos

Cuando me inicié como técnica en enfermería, en el año 1992 en Uchiza, eran años difíciles en la región. “Muchas veces nos obligaban atender heridos de bala, nunca pregunté si eran senderistas, del MRTA o narcos, siempre pensé que la vida está por encima de todo y eso es lo que hacía; eran otros tiempos” nos cuenta Alejandra, girando la mirada en el tiempo recuerda, que fue en Santa Lucía la primera vez que ayudé a dar a luz a una chica en su casita en la chacra, “Estaba muy nerviosa, tenía que controlarme y ayudé a alumbrar a la joven primeriza, y justamente para mí era la primera vez que tuve en mis brazos a un recién nacido, sentir la energía de su primer llanto, es la bendición de la vida, era una hermosa niña, gran satisfacción que te da este trabajo; más adelante la satisfacción fue más allá, tuve que la suerte de colocar sus primeras vacunas a la bebé, como no recordar esos tiempos, hoy sigo aquí, curando heridas, salvando vidas, vacunado ahora a los abuelitos y abuelitas” señala Alejandra con alegría, pues son décadas de experiencia, que creció y se fortaleció en el campo, en la chacra y se consolida en el tiempo

“Durante 29 años es la pasión por la vida marcada en mi piel, es el sello por la salud y el cuidado de las personas en sus diferentes etapas de vida. A pie o en lomo de bestia, voy a seguir caminado largos trechos de la vida hasta que Dios lo permita, miles de veces he cruzado ríos, en lluvia o en pleno sol, he compartido un plátano asado en carbón, un humilde plato de arroz con frijol, en cada caserío y humilde hogar, donde nuca falta un plato de comida” recuerda Alejandra con nostalgia, discúlpame, me emociona y deja caer sus lágrimas, “son lágrimas de cariño” cierra el diálogo abrazando sus alegrías, acariciando sus recuerdos.

Reflexiones

Siempre se preparó para cumplir con los objetivos de las campañas nacionales de inmunizaciones y de su rol como enfermera especializada en crecimiento y desarrollo y promoción de la salud familiar.

Por eso, cuando se anunció la emergencia sanitaria y empezaron a llegar los casos de infectados por coronavirus a ella, pudo influir en las autoridades para que tomaran conciencia sobre la gravedad del problema. Los años de haber recorrido su amada selva, sus territorios le dieron el ímpetu suficiente para llamarlos al orden y tomar medidas que evitaron que los casos de covid-19.

Alejandra sabe, porque lo ha vivido en carne propia, que ser enfermera en la selva, se requiere de una verdadera pasión y de varias cuotas de sacrificio. No se queja, más bien valora esa vida que eligió una mañana, cuando muy niña, su mamá Consuelo la llevó al antiguo hospital de Tocache para que la vacunaran y vio a enfermeras presurosas consolando a niños y niñas luego de aplicarle las dosis inmunizadoras. “Mamá, quiero ser como ellas”, le dije a mi mamita. Cumplió su sueño y todo lo ocurrido en este duro golpe de la pandemia lo guarda en la memoria de su corazón.

“Somos parte fundamental en esta pandemia, nos hemos puesto la camiseta y la seguimos sudando para evitar más peruanos infectados. Como enfermeras seguimos protegiendo y llegamos a los lugares más alejados de nuestro país. Soy parte de un proceso de vacunación histórico. Les pido a mis colegas que no desmayen y continúen”.

Los años de andar por trocha, caminar al lado de sus padres por cada pueblo originario para ofrecer lo que aprendió, lo ayudaron a tomar decisiones rápidas y a actuar sobre los casos leves de la enfermedad para evitar que se volvieran graves, pues en abril, en plena pandemia, no tenían medicamentos, ni oxígeno y los hospitales habían colapsado.

Lo increíble, reconoce, es que en el campo los agricultores humildes, abuelas siguen poniendo el hombro.

Solo le pido a Dios, nos proteja.

Pero vivir entre la vida y la muerte es la huella de los profesionales de salud que forman parte de la primera línea de batalla, pues no solo han perdió colegas y pacientes, sino que muchos han sentido en carne propia el miedo a morir y perder a su familia, pues se también se contagió de COVID-19. Nada como ese temor. Por eso, al recuperarse, decidió alejarse de su familia durante cuatro meses, y pedirle a su esposo, que por favor se quedara en casa a cuidar de sus hijos. “Arrodillada, le pedí a Dios que me diera la enfermedad a mí, y que a mi familia la liberara. Pero no podía detenerme, tenía que seguir trabajando”.

Ahora la tercera ola es un fantasma, dice Alejandra, pero continuará al frente, preparado para las familias que habitan en las cuencas frondosas de los ríos bravos, anchos y, a veces cortos, El Tonchima, del Huayabamba, del Rio Mayo o el Huallaga. Es su presente. Pero en el futuro “me ilusiona el sueño de ganar esta batalla contra el COVID y poder abrazar a la familia y a las amistades. “Pondré mi empeño para hacerlo realidad”.

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