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jueves, abril 25, 2024

El significado de la familia

Cuando ocurren hechos luctuosos, siempre recurrimos a lo más cercano a nosotros. Y ese ente no es otro que la familia, pues en esta institución residen la fortaleza de todos los desencuentros y sinsabores que podemos tener en la vida. Y estos sinsabores llegan sin que pidan permiso para pretender enseñorearse en nuestros designios y como si quisieran frustrar nuestros objetivos.

Lo que acaba de suceder el sábado pasado con la partida prematura de un sobrino, algo que nunca estuvo en los cálculos de nadie, confirma la verdad de este aserto: que es importante que rescatemos la importancia de hacer más estrechos los lazos familiares para el bienestar material y psicológico de todos, para darnos fuerzas y poder enfrentar la vida teniendo esos cimientos que ayudan a mantener incólume ese edificio del grupo familiar.

Lo que acabamos de expresar no siempre ocurre en muchas familias. Alguna vez, asistiendo a las exequias de la esposa de un compañero de trabajo, un hermano de la fallecida encontró la oportunidad de decir con ironía la situación de esa familia que se componía de muchos hermanos –veinte, aproximadamente—y que no era otra que la llamada de atención porque no supieron construir vínculos estrechos que lograra amalgamar propósitos que les llevara a destinos comunes y construir una relación de amor y hacerles la vida más placentera.

Tengo la suerte de ser parte de una familia maravillosa. De una familia, si bien tarapotina, que se formó en el Ucayali, en Capanahua, un remoto pueblo hoy desaparecido, de donde proceden nuestros ancestros casi inmediatos. Formados en lo ubérrimo de la naturaleza del inmenso río y del bosque que parecía inagotable, de ahí partieron para regresar a la tierra de sus mayores. Ellos salieron con el espíritu incólume del calor de los lazos familiares que permitió que los descendientes construyeran relaciones fraternales sinceras e imperecederas. Los resultados los vemos ahora; las consecuencias maravillosas los vivimos y los sentimos, porque ahí están los hijos de mis tíos Rosa, Víctor Hugo, Carlos, Rosario, Jovita, Manuel, Dolores, Antonia, Julio Tito y Adela, mi señora Madre. Ahí están el centenar de primos y casi el millar de sobrinos con quienes siempre tendremos una relación de amor y ternura.

En un tiempo en que se ha promovido el individualismo hasta el nivel de la paranoia, la familia de mis abuelitos Rodolfo Arévalo García y Mercedes Tenazoa Flores ha sabido levantar una mole tan sólida que ha resistido todas las tormentas. Para reencontrarnos no es necesario que se produzca un velorio. Esta maravillosa familia, premiada por la divinidad, es la fortaleza de los individuos que lo conforman. Estamos presentes para reunirnos e intercambiar opiniones, pareceres. Para prestarnos un libro y para comentar los problemas del país y pretender solucionarlos.

Nuestra familia se ha vinculado de una manera férrea con la comunidad. Pero debo ser sincero que la inspiración de este escrito es mi sobrino Víctor Manuel “Manolo” Alegría Arévalo, quien ha partido hacia la eternidad y su recuerdo siempre perdurará. ¡Gracias, sobrino del alma, pues vivirás siempre en nuestro recuerdo y memoria! [Comunicando Bosque y Cultura].

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