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viernes, marzo 29, 2024

Tertulia y recuerdos tarapotinos

Siempre es grato reunirnos con los amigos para departir sobre diferentes temas y para que los recuerdos se sumen como si se fundieran en un crisol en donde se acumulan esos momentos vividos, cuando la política era aún cosa sana y no pasaba, de repente, más allá de la simpatía y la empatía entre todos que nos conocíamos. Hoy, en los tiempos actuales, el fanatismo existe y como si no nos estuviera llevando al borde del abismo y como si fuera una bomba a punto de estallar, y todo, por candidatos, si bien valiosos como seres humanos, por sus desempeños no serían sino unos miserables y despreciables personajes…. A eso hemos llegado. Esta interpretación obviamente depende también de cómo entendemos la política, que no viene a ser sino una radiografía de uno mismo.

Como siempre, hemos hecho del café Quilpa, en Tarapoto, una pequeña pascana de este camino escabroso en que la mala política lo ha convertido, donde los personajes que nos parecían cultos, sensatos y modelos de ciudadanos probos resultaron ser unos cerdos, de esos que hurgan en los estercoleros y las acequias. Y en el café Quilpa nos refugiamos para encontrarnos con nosotros mismos y con los mismos amigos y solo con una regla: no discutir de política, dejando nuestras simpatías políticas en casa porque la amistad debemos conservarla y, después de la familia, es lo único que nos queda. Y así pasamos la tarde del sábado pasado, vísperas del Día del Padre, para celebrar la amistad y ese conocernos de tantas décadas con esas imágenes del ayer que los recuperamos como si solo hace un instante se hubieran producido.

Una vez más nos encontramos con Luis Alberto Tafur Ruíz y su compañera Delsy Violeta Ramírez Rojas, maestra y escritora ella, y disfruto de esa entusiasta conversación cuando ella nos habla emocionada de su vinculación con la familia de Gabriel García Márquez mientras yo degusto un agradable mejunje que tiene el nombre de “Nube y amor” porque yo, aparte de ser romántico, me considero un redomado erótico, casi como fuera Lando Buzanca, el pata de las películas italianas de los años setenta. Delsy Violeta disfruta de una torta de chocolate y Luis Alberto, quien no puede con su genio, pide un sándwich como si fuera un pedido especial para Herman Monster. “Para mí, mi sándwich, y no lo cambio por nada”, se justifica Luchito.

En un santiamén, Delsy Violeta me entrega dos libros y me llama la atención las dedicatorias. ¡Y están escritas por Gabriel Eligio Torres García, sobrino carnal del gran Gabo, y Aida García Márquez, hermana menor del gran escritor colombiano! En los dos libros se hace un recorrido por todos aquellos lugares que se vincularon con Gabriel García Márquez, y se describen esos detalles familiares íntimos como si nos transportara a aquel Aractaca, ya casi mítico, y donde parecieran hablarnos los tíos, los hermanos, los sobrinos, los padres, los abuelos y recorrer esos rincones de la casa. Y todos tenemos en nuestras vidas esos rincones donde transcurrieron nuestras querencias y que seguiremos amando eternamente.

Este espacio quedó corto para describir los temas que tratamos, como por ejemplo, esos partidos de fulbitos casi de dimensión planetaria que jugábamos en esa inolvidable glorieta del centro de la plaza de armas, hasta que llegaba la guardia civil y como si destruyera esos bellos momentos de nuestras vidas. [Comunicando Bosque y Cultura].

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