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jueves, abril 25, 2024

Las relaciones humanas en la administración pública

Al Estado no le ha importado jamás el mejorar los climas laborales en las entidades públicas, y menos en estos últimos años en donde se ha insistido en demasía y exceso en la eficiencia y en la competitividad, hoy paradigmas supremos de la gestión pública. En estos tiempos, por ejemplo, vemos pontificando sobre ser competitivos y dizque promover a que la gente se llene los bolsillos de billetes…¡y nada más! Pero, antes, una digresión. El sábado pasado visité Chazuta y vi casos que me llenaron de preocupación y ya es hora de abordarlo, y me refiero a la Pensión 65. En efecto, muchos beneficiarios de este programa social lo poco que cobran lo terminan gastando en las cantinas y a la casa llegan casi sin nada. Similar caso he visto en otros pueblos donde he dictado talleres de presupuestos participativos. Debemos saber que no es solo apoyar con dinero a la gente: algo más debemos hacer.

Hace como veinte años visité las oficinas de la Unidad de Gestión Educativa de Tarapoto –y como todos ustedes saben, ese local está por reventar y a ninguna autoridad le importa el problema y menos a su sindicato ni al FRECIDES–, y saludé como veinte veces a una dama agraciada sin recibir ninguna atención. Un funcionario que se dio cuenta del detalle me llamó y me dijo: “Señor Gallegos, no le sorprenda a usted que no le conteste el saludo, porque esa chica ha asistido a más de treinta talleres de relaciones humanas y sale más chancha cada vez”. En realidad, este es un lugar común y a eso voy.

¿Realmente tienen resultado esos famosos talleres de relaciones humanas? Mi respuesta es sí, dependiendo de la formación de cada persona, como lo he descubierto en los talleres de relaciones humanas que he dictado, pero también es cierto que, en la mayoría de los casos no funcionan porque las personas ya tienen su propia carga de prejuicios, desconfianzas, están en plan defensivo. Conozco cinco casos emblemáticos de personas a quienes he venido observando y junto con ellos he participado en esos talleres y después de quince años de “evaluación” siguen más chuscos que antes y con las mismas frases de dudas, ironías, suspicacias, porque estas personas, mujeres y varones, jamás van a aceptar que otras personas tengan voluntad de servir, pues creen que todo gesto tiene su precio. Suelen decir: “Segurito le han pagado”.

Las gestiones políticas descuidan –obsesionados por la competitividad y la eficiencia—la formación humana del personal con relación a lo que se conoce como las “habilidades blandas”. Están obsesionadas por las ´experticias´ del personal; quieren resultados inmediatos y visibles y estos a veces solo terminan siendo transitorios. Una tara mental que ya es común en la administración pública es el de, por ejemplo, apropiarse de las ideas y las creaciones de los otros. En cierta oportunidad, cuando un bribonzuelo quiso lucirse con una idea mía, le salí al frente, pero haciéndolo con elegancia, aclarando que esa idea no era suya y que le agradecía que el tipejo lo recordara. Pero el bribón nunca aprendió, lo que ratifica una opinión arriba indicada.

La revolución en la administración pública debe significar tratar de formar el personal procurando que sean mejores seres humanos. [Comunicando Bosque y Cultura].

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