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jueves, abril 25, 2024

Una tertulia tarapotina del viernes pasado

Con Luis Alberto Tafur Ruíz y su compañera Delsy Violeta Ramírez Rojas solemos reunirnos en unas charlas en el Café Amazónico “Quilpa” para volver a nuestros recuerdos de cómo era nuestra ciudad y de los personajes que son parte de su historia, aunque ellos no lo sepan. Pero es también un espacio en donde expresamos nuestros afectos, recordar sin pretensiones sobre lo que hemos leído, aprendido y, de repente, olvidado. Porque la vida es bella y hay que saber vivirla. Giovanni Papini, nos recuerda, a propósito, en ´Un hombre acabado´, que “la vida, para ser soportable, debe ser vivida intensamente”. Y eso hacemos, como buenos filósofos prosaicos.

Mientras nuestra memoria va desgranando los recuerdos ponemos nuestra regla de convivencia de no tocar temas de política y entramos al tema de lo leído y de lo que esperamos en el futuro para la ciudad y el país. Y de repente, uno de nosotros sale con una palabra que no estaba en nuestro diccionario y entonces nos damos cuenta que todavía seguimos en pañales. Por ejemplo, Delsy Violeta, sale con la palabra “serendipia” que me sume en cierto desconcierto; entonces, yo, hábilmente, llevo la conversación para que me salga de manera natural el uso de la palabra alemana “vorfreud”, que me enseñara en una conversación anterior mi amiga Inés Hidalgo Marinho, tarapotina ella que reside en Ginebra, Suiza. Y para no dejarles en ascuas, ´vorfreud´ es la “alegría previa al gozo” y con todo el impacto y significado que tiene esta palabra.

Mientras va avanzando la tarde vienen desde los recuerdos personales esas escenas de la ciudad de hace casi sesenta años. Son esos cuadros que quedaron en nuestra memoria y que necesitan ser contados porque la vida no solo es competitividad, tener dinero en los bolsillos, ser mejor que el otro, sino la emoción de los afectos que llenan de plenitud nuestras vidas. Por ejemplo, ya casi nadie recuerda que quienes visitaban a los amigos y la familia en esas horas vespertinas eran agasajados con el típico lonche de arroz con leche, sus galletas o sus rosquetitos amasados en casa. Yo he vivido estos momentos y los recupero para mi mayor gozo en estos momentos en que la política pareciera distanciar a las personas y a las familias.

Delsy Violeta nos habla con emoción de sus contactos con la familia de Gabriel García Márquez y las invitaciones para visitar Aracataca; yo, para no quedarme atrás, hago referencia que me llaman de los pueblos para ir a recoger sus historias y lo expreso con no poca vanidad. Algo es algo, porque no podemos ser menos. Y aprovecho para comentar su libro “Destinos”, que es una historia lineal, espontánea y familiar de una vida natural en San Martín de Alao –en el valle del Sisa, horriblemente deforestado–, que lo he leído con agrado, porque es la historia de nuestros pueblos y su cotidianeidad que sigue presente.

Estas charlas vespertinas de fin de semana continuarán porque es parte de nuestro vivir, para compartir emociones, alegrías, en esta época de pandemia y donde la tecnología nos ha distanciado, como estar viviendo el poema de José Santos Chocano: “¡toda la vida bogando juntos y separados toda la vida! ¿No es hora ya de reivindicar a Chocano? (Comunicando Bosque y Cultura).

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