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jueves, marzo 28, 2024

Ethel Linares Lozano o la vida en poesía

Amo a esta mujer, por su sencillez y por su compromiso con la vida. Amo a esta mujer por su honestidad e integridad. Amo a esta mujer por su preocupación de una sociedad mejor y más justa. De Ethel también se podría decir lo que Winston Churchill decía de su eterno rival, Clement Attlee: “Es un cordero con piel de cordero”. ¿Qué frase podría expresar con mayor énfasis la autenticidad y la nobleza? No tengo otras. Disculpen. Porque Ethel es una cristiana que hace realidad el mensaje de Santiago que dijo que “no hay verdadera fe sin obras”. Porque, ¿cuantos cristianos hipócritas y falsos los tenemos por ahí distribuyendo estampas de la virgen María?

No sé cuándo Ethel Linares Lozano (Cacatachi, 27 de febrero de 1943, siendo sus padres Bernardo Linares Rojas y Rosario Lozano Villacorta) llegó para ser parte amical de mi familia y quedarse para siempre. ¿Se vinculó con mi familia porque muchos son Maestros? Como maestra, Ethel estuvo en los momentos heroicos del magisterio cuando la gran huelga que se inició el 8 de mayo de 1978 y era ministro de Educación José Guabloche Rodríguez, y gobernaba Francisco Morales Bermúdez, la Primera Gran Huelga General Indefinida del SUTEP. Ethel recuerda que se quedaron hasta el último momento, ella, Paquita García Pinedo y Adela Arévalo Tenazoa, mi señora madre, cuando las ollas comunes en la Casa del Maestro exigiendo mejores condiciones de trabajo.

Ethel Linares Lozano encarna a esa mujer con su compromiso sincero con su tiempo y con la comunidad. Su amor sincero va más allá de sus vínculos familiares. Su biografía es el himno vivo de la poesía hecha ternura, como lo denominó Luis Salazar Orsi aquella noche en la Posada Inn, que dirigía Yolanda Rojas Vargas, y adonde acudimos con mi señora a disfrutar de su poesía y de su ternura. ¡Gracias, Ethel por regalarnos dos horas de belleza!, pues Betty estuvo siempre agradecida. Ethel, una mujer amorosa, que sigue recordando a Wagner Cotrina Chávez, su esposo, ya desaparecido, pero que en su entorno están  Janina y Karen, a quienes heredó su carácter, su espíritu solidario y su misión en la vida.

Decía que amaba a esta mujer, por todo lo que representa. Por su amor a la gente y su poesía donde rescata lo más íntimo del arte, su compromiso con la política, y en donde coincidimos. Ella es ese espíritu que recoge la belleza en toda su sencillez, en donde está la verdadera creación. Tiene en su haber creaciones como Entre las hojas (2009), Segundos de ternura (2012, Tierra Mojada y Hacia la otra orilla. Me emociona el poema “Ser tarapotino era”, en donde recoge la nostalgia de este Tarapoto, al que la modernidad lo está destruyendo.

Su incursión en la política la hizo abrazar la posición correcta y eso es una prueba de honestidad. Ella está en esos avatares cuando el país necesita el concurso de sus mejores hijos; entonces, la poesía se transforma en acción, porque ¿qué poesía es ajena a las acciones para el cambio de una sociedad mejor? Y la comunidad le reconoció sus méritos. Y eso es justo. Pero yo, y mi familia, le tenemos una gratitud inmensa: por sus palabras en homenaje a mi esposa –quien ya había partido hacia la eternidad—, tanto en el velatorio como en el momento de la despedida. ¡Por eso también te amo, Ethel! Hiciste de la poesía ese arte que se puede leer en los arco iris de los cielos de tu Cacatachi que siempre está en tus recuerdos. (Comunicando Bosque y Cultura).

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