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viernes, abril 26, 2024

¡Esa ´cosita´ tenía música!

Durante mis viajes por los pueblos de San Martín suelo enterarme de hechos y anécdotas que divierten y forman parte de la naturaleza humana, de nuestras debilidades, de nuestras frustraciones y, ¡cuándo no!, de nuestros sueños y esperanzas. Y una de las más graciosas me ocurrió en Bellavista, conocida como La Perla del Huallaga, cuando en una de mis visitas me encontraba desayunando en el restaurante de Pericles Mera. Me desempeñaba entonces como gerente del Fondeagro y lejos estaba de imaginarme que pronto sería víctima de una irracional campaña de difamación y desprestigio que, inexplicadamente, era promovida por un ex Director de la entidad, y al que apoyé tremendamente para que su proyecto sea posible y que, veinte años después, no ha cesado. Pero esta es otra historia.

Estaba en medio desayuno cuando dos señoras, choclonitas y guapas, ingresaron al restaurante y pasaron a ocupar una mesa que no distaba cinco metros de donde me encontraba y por sus expresiones serias pude darme cuenta que de algo muy importante iban a tratar. Me hicieron sentir incómodo puesto que no contestaron mi saludo y continuaron mirándome como mandándome el mensaje de que terminara de comer mi rico chicharrón y me largara del lugar. Para hacerlas largas seguí en el lugar disfrutando mi desayuno con parsimonia y calculada indiferencia, cuando las damas no aguantaron más y una de ellas comenzó una feroz catilinaria contra su esposo.

La señora comenzó contando que una buena amiga le había pasado el dato que su esposo se encontraba en amores con una muchacha bastante más joven y que el asunto ya le había parecido extraño porque el hombre no estaba cumpliendo con sus obligaciones maritales y la buena mujer estaba esperando la ración de su buena tabaqueada. Indudablemente, el tipo tendría poca experiencia en estos lances, lo que no es sino una falta de estrategia; o como se dice ahora: tenía poca calle. Mientras la amiga la acicateaba, y a mí ya me había interesado el tema, la señora contó que no tuvo sino agarrar el toro por las astas y hablar con el esposo en el modo más franco que existe; o sea, las cosas claras y el chocolate espeso.

“¿Qué buscas en la calle, oye desgraciado, sabiendo que esa cosa también lo tienes en tu casa? ¿Acaso no te lo doy cuando me lo pides y ahora buscas en la otra?”, contó la buena mujer que le dijo airadamente al marido. A estas alturas del tenso momento, la dama, o se había olvidado de mi presencia o su ira desencadenada le había hecho perder el control. Mientras, yo seguía disfrutando mi chicharrón de chanchito ismaterillo biavino, con un oído dedicado a esa interesante charla, y Pericles Mera se acercó a conversarme sobre la historia del Cultural Juanjui.

La buena mujer siguió contando a la amiga sobre el incidente con su marido. Dice que le dijo: “¿Por qué has cambiado de repente si tú siempre me buscabas? ¿Qué te ha hecho esa mujer para que me cambies ahora y me abandones dejándome insatisfecha sin disfrutar mis derechos? ¿Acaso lo que tiene ella no es igual a lo que yo tengo? ¡Habla, desgraciado! ¿Por qué le prefieres a ella? ¿Acaso su ´cosa´ tiene música?”. El buen hombre terminó volviendo al redil. (Comunicando Bosque y Cultura).

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