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miércoles, abril 24, 2024

¡Qué momentos los que vivimos!

Los malos políticos han puesto al país de vuelta y media. Y la ciudadanía protesta y con razón, porque los gobiernos nos han hecho vivir de promesas, discursos y esperanzas. Tenemos un nuevo gobierno que, aunque corro el riesgo de equivocarme, parece que no ha entendido el mensaje de la ciudadanía, pues no es el momento de la poesía y la expresión de los afectos personales cuando el país se encuentra al borde del abismo. Los ciudadanos no están pidiendo favores; están exigiendo derechos y, especialmente, que no nos sigan mintiendo con el cuento de que las demandas son extremistas y atizadas por comunistas, chavistas, caviares y despistados. Nada más alejado de la verdad.

Y como si no fuera poco, hay procesos de vacancia en la región San Martín que, a la larga, generará inestabilidad, porque se truncarán procesos y otra nueva manera de ver las cosas y el recambio obligado de quienes dirijan los procesos. Los procesos de vacancia casi siempre nacen de los apetitos personales y cuando no se ha sabido crear una cultura de las relaciones humanas y prima la ambición u otras formas de sentimientos. Y ocurre cuando quienes dirigen los destinos no han tenido capacidad para generar una visión de largo plazo y no han precisado los horizontes y las acciones estratégicas a desarrollar. Pero, por estas cosas, ¿impulsar vacancias? No me parece ni apropiado y ni oportuno.

He podido observar que muchos que se desesperan por ver caer a un gobierno regional o a un gobierno local lo hacen porque –exagerando—no han recibido un saludo, o porque no les dieron el puesto que apetecían o los han retirado del trabajo. Pero también falla el arte de no saber contemporizar, como alguna vez lo expresó Kennedy, y lo he citado en varias oportunidades en esta columna. En política debe reinar el arte de la negociación, y no el negociado, que son dos conceptos diferentes. Y también los gobiernos caen porque quienes están en los entornos juegan su propio partido. Los líderes también fracasan por querer cumplir con ciertas lealtades.

Vivimos momentos en que la ciudadanía está comenzando a perder la paciencia. Para comenzar, el Congreso actual es una mezcla perfecta de indeseables que han hecho de ese recinto un Arca de Noé y que solo defienden sus intereses, por lo que la sociedad organizada debe pedirles que cesen en sus funciones y que se disuelva solita como medida de higiene. Y no es que queremos que nos representen luminarias llenos de títulos y pergaminos. Basta con que sean decentes, honorables y tengan conciencia que representan a la ciudadanía, no a sus intereses y los de otros.

Parecen avizorarse nuevos tiempos. La juventud comienza un nuevo despertar y quiere una sociedad más justa, un gobierno más comprometido con los intereses de la ciudadanía. Tan cierta aquella frase de José Ingenieros: “Jóvenes son los que no tienen complicidad con el pasado”, que escribe en “Las fuerzas morales”, un libro de mi adolescencia. La juventud no quiere quitarle a nadie sus riquezas; solo quiere que los privilegiados no sigan abusando de su poder haciendo de sus servidores a los congresistas que elegimos y que sus lacayos tengan un poco de dignidad. Y que no nos sigan mintiendo y desinformando. (Comunicando Bosque y Cultura).

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