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sábado, abril 20, 2024

“¡Oh Perú de metal y melancolía!”

No le había dado importancia a este verso cuando leí los poemas de Federico García Lorca, hasta que no leyera el libro “País eterno”, de Washington Delgado, donde cita el penúltimo verso del soneto “A Carmela, la peruana”, que lo he mencionado en varios de mis artículos que publiqué en este diario. Tuve el privilegio de asistir, en 1997, a un coloquio de poetas donde estuvieron Washington Delgado, Antonio Cisneros y Carlos Germán Belli.

La situación política del país me hace recordar este verso, porque vivimos la tragedia de un país que, como muchos lo dicen, no tiene futuro y aún no ha iniciado su formación como una nación orgánica pensando en el interés de la gente, porque todo se hace a favor de mantener privilegios. Y el verso tiene sentido para expresar con dramatismo el hecho de que muchísima gente que no sabe si comerá mañana, se pone en el papel de defensor de los privilegios, y –les han engañado- que protestar, cuestionar, exigir justicia, sueldos justos, pensiones decentes, es cosa de caviares, comunistas, terroristas, incompetentes y que tienen terror a la competitividad.

Me formé en la escuela primaria en aquellos textos que nos describían a un país maravilloso, de un pasado glorioso. Nos hablaban de nuestros recursos naturales inagotables y en esa lectura de “Paisajes peruanos”, de José de la Riva Agüero y Osma, algunos de cuyos textos aparecían en los libros de castellano y lenguaje, nos hacían querer entender que éramos un país privilegiado por Dios y la naturaleza. Pero todo no era más que una verdad a medias, o una mentira casi piadosa. Porque, ¿cómo explicarles a nuestros nietos, ahora, en pleno siglo veintiuno, que la pandemia nos haya casi destrozado como país y que el Estado no se haya preocupado por el sistema de salud, por los salarios justos, por las pensiones dignas, por construir ciudades saludables y de grandes espacios públicos, que nuestros ríos van desapareciendo y aquí, en Tarapoto, como en Chazuta y en el valle del Sisa, se esté deforestando de manera inmisericorde, ante la vista y paciencia de las autoridades? Ya no tenemos argumentos.

Había creído que la vacancia de Martín Vizcarra, era otra anécdota más, y no la tragedia nacional que estamos viviendo por el cinismo y la poca vergüenza de unos tipejos que han sido elegidos de congresistas y que ha llevado a que esta juventud y la gente decente salga a protestar por el desacierto de sus decisiones, por los intereses bastardos que defienden, y donde un pobre diablo no haya tenido decencia ni dignidad asumiendo el premierato. Y me indigna que congresistas sanmartinenses, donde hay uno que se cree la estrella de la política para los tejes y manejes y los entuertos, haya sido uno de los más destacados. ¡Oh Perú de metal y melancolía!

Hay gente de conducta espuria, cuando no imbéciles, que todavía creen que las marchas y las protestas son para defender a un corrupto. Nadie sacó un cartel en la defensa del ex presidente. Los que protestan reclaman y exigen tener un país digno y que los políticos, muchos de ellos, miserables, no se burlen de la sociedad ni del país. Solo la gente con conciencia y sana hará posible que tengamos un país en donde la alegría y la felicidad reinen, y ya es hora de dejar la pasividad y pedirles cuentas, para comenzar, a los congresistas sanmartinenses que votaron por la vacancia. Exijo al ingeniero Ricardo Raúl Layza Castañeda, del Colegio de Ingenieros, que llame a los congresistas para que nos den explicaciones. (Comunicando Bosque y Cultura – Asociación para el desarrollo sostenible de la Amazonía peruana).

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