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viernes, marzo 29, 2024

Juan Inuma y el brujo Aquilino

Sesenta años habían pasado desde que Juan Inuma había salido de Chazuta. Ahora retornaba lleno de esos sentimientos que solo la nostalgia hace propicios; pero, como leyó en alguna parte, “la nostalgia ya no es como era antes”. Y en su caso era todavía más evidente porque encontró a un pueblo con un calor y afectos diferentes. Para comenzar, la calle principal del pueblo que se llamaba ´Bartra Mera´, ahora tenía otro nombre, y que pareciera ser una política de querer desvincularse de algo del que a algunos personajes desubicados no les pareció correcto.

A las siete de la mañana de ese día de noviembre, después de llegar al paradero de “Los Vaquerinos”, Juan Inuma se encontraba en el restaurante de Abel Martínez y Palmir del Castillo, disfrutando de un caldo de gallina; de ese caldo que levanta toda clase de muertos, cuando preguntó por su ex compañero de estudios, Aquilino Chujandama Chashnamote. “Ahí está don Aquilino, y ahora es un tremendo brujo y desde Europa vienen a hacerle consultas. Es el maestro de la ayahuasca”, dijo un tercero que intervino en la conversación.

Informado que seguía viviendo en Llucanayacu, aguas abajo del río Huallaga, Juan Inuma tomó un motocar y enfiló al sector por la nueva carretera que está construyendo el gobierno regional que preside Pedro Bogarín Vargas, y que llegará hasta Curiyacu. Le entristeció encontrar la quebrada Pasiquihui, casi sin agua, a pesar de tantos cursos, talleres, seminarios, sobre el medio ambiente. Recordó que se bañaba en la quebrada cuando tenía agua en abundancia y muchas veces jugó “La sipichina”, un juego simplón que consistía en perseguir por dentro del agua a la chica para tocarla solamente, aunque muchas veces se terminaba agarrando otras cositas interesantes. Al recordar esas escenas, unas lágrimas derramó el buen Juancito, que por mucho tiempo vivió en el Ucayali, por el sector de Tamanco.

Como buen brujo, y que se preciaba de serlo, esa mañana, Aquilino Chujandama (1947) se encontraba en su ritual de descanso en su hamaca cuando se dio cuenta que alguien llegaba. Al descubrirlo, el brujo dudó, se levantó y con su proverbial cortesía hizo un ademán de bienvenida. Los dos se miraron, como midiéndose, y de pronto…. “¡Huevón, a ti creo que te conozco!”, dijo el brujo. Juan Inuma solo sonreía….. “A ver, a ver….¡Juan Inuma! ¡A los tiempos, amigo! ¿Qué te trae por aquí? Mira que yo no me he movido de mi Llucanayacu!”, dijo el famoso brujo.

Después de una larga tertulia, donde el brujo Aquilino contó de sus proezas que hacía con la ayahuasca, el ajonjolí, la ajosacha, la ñugñupichana y el pichohuayo, Juan Inuma le dijo que había encontrado un pueblo diferente. “Así es, hermano; la buena gente ya se está yendo y solo quedamos unos pocos. El Covid-19, nos hizo una mantación”, dijo el mago de los mejunjes. “Cincuenta años no pasan en vano”, dijo Juan. Y ambos se miraron como si quisieran escaparse de un drama que vivían los pueblos en donde el paisaje se destruía, no había iniciativa y donde los políticos, a pesar de sus visiones y buenas intenciones, chocaban con muros infranqueables. “Pero tenemos esperanzas”, dijo Aquilino. “Solo con el apoyo de tu poderosa brujería podremos salvarnos y te felicito por ser un gran brujo y que le das prestigio a nuestro pueblo”, agregó Juan Inuma. (Comunicando Bosque y Cultura).

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