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viernes, marzo 29, 2024

Lobos del bicentenario

Por Miguel Ángel Ibarra

El Perú está próximo a cumplir su bicentenario, y lo celebrará con casi todos sus ex presidentes procesados y/o sentenciados por corrupción.

Cada elección nos ha traído nuevos partidos, nuevos candidatos y nuevas alianzas, generando una empresa rentable de postulantes que promueve el transfuguismo y el otorongo no come otorongo.

Esta criolla forma de partidocracia peruana nos ha traído candidatos que no tienen nada en común salvo su ego, su dinero y su discurso populista. Y es que el problema de fondo no es la legislación ni las instituciones, sino nuestra pobre clase política sumada a nuestro sistema político disfuncional y a fallidas reformas políticas.

En cuarenta años de vida democrática, cambiamos la dictadura militar por la dictadura mediática de la prensa chicha, los partidos combi y el negociado de presidentes con trasnacionales como Odebrechet. Frases como roba, pero hace obra, plata como cancha, juro por Dios y por la plata, desnudan la incipiente moral de nuestra clase política que no ha dejado de ser republicanamente caudillista y populista. Pareciéramos olvidar que el 2019, éramos el tercer país más corrupto de Sudamérica según el barómetro de la corrupción de Transparencia Internacional, herencia que los peruanos promovimos en las urnas.

La votación que salvó a Vizcarra en el Congreso, reflejó esa doble moral rasera de la democracia que hoy deja al poder ejecutivo moralmente impedido de liderar la batalla contra la corrupción, además de un Congreso desordenado, incapaz y desorientado, incapaz de entender y cumplir su rol constitucional, pero si habido de defender intereses políticos post campaña 2021.

Vizcarra y compañía han tamizado muy convenientemente el camino para los liderazgos populistas y extremistas de derecha e izquierda liderados por candidatos como Antauro, Urresti y el propio Forsyth, todos ellos sin militancia conocida y sin una visión clara de lo que esperan del país en este nuevo bicentenario.

Necesitamos un gobernante que nos garantice solvencia moral, claridad en la política de gobierno educativa y de salud, sostenibilidad de las políticas macroeconómicas, certidumbre jurídica para la inversión privada y una transición democrática sin crisis.

Sino reflexionamos la dialéctica populista se repetirá con los lobos del bicentenario que nacerán de esta crisis, los mismos que como a fines de los 80, del 2000 y hoy a mediados del 2020, tienen el escenario y la receta mediática perfecta, en lenguaje simple y en tiempo presente, para solucionar todos los males del país.

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