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martes, abril 23, 2024

Crimen e impunidad: el cuarto asesinato de un líder ambiental en pandemia

La solitaria batalla de los Pacheco tenía un enemigo gigante y omnipresente: la minería ilegal. Entre el 2016 y 2019, padre e hijo presentaron siete denuncias contra invasores, pero nadie hizo nada.

Roberto Carlos Pacheco Villanueva (34) y a su padre Demetrio Pacheco Estaca, protectores de un bosque que en realidad es una isla de biodiversidad en medio de una zona acorralada por la minería ilegal, los habían amenazado tantas veces que en algún momento creyeron que no iba a pasar más. Ambos denunciaron desde hace años estas amenazas y a sus principales promotores: los invasores de tierras. Pero las autoridades, como en otras ocasiones y en otras regiones, no investigaron y esa inacción ocasionó un cruel desenlace. El pasado fin de semana, Roberto Pacheco fue asesinado a balazos en los alrededores de los bosques que junto a su familia protege en una de las regiones más violentas de la Amazonía peruana: Madre de Dios.

El crimen de Roberto Carlos es el cuarto asesinato de un líder ambiental desde que se declaró el Estado de Emergencia en el Perú por la pandemia a inicios de marzo. En abril asesinaron a Arbildo Meléndez Grández, en mayo a Gonzalo Pío Flores y en julio a Lorenzo Wampagkit.

En la mañana del 11 de setiembre, Demetrio Pacheco Estaca, vicepresidente del Comité de Gestión de Tambopata, halló el cadáver de su hijo Roberto Pacheco a menos de 500 metros de la concesión forestal que administra en Madre de Dios. Luego llamó a los policías del distrito de Laberinto y fueron ellos los que constataron que el mayor de sus cuatro hijos había sido asesinado de dos disparos de bala en la cabeza.

Roberto Pacheco y su padre vigilaban y protegían la concesión forestal de la la presencia de invasores y taladores que buscaban árboles rentables en las más de 800 hectáreas de la concesión forestal que Demetrio administra hace más de 30 años y a cuyo cuidado sumó luego a su hijo Roberto.

La concesión de los Pacheco se encuentra ubicada a la altura del kilómetro 70 de la carretera Interoceánica Sur, dentro de la zona de amortiguamiento de la Reserva Nacional de Tambopata, rodeada de tierras devastadas por la minería ilegal. “Quisiera que recuerden a mi hijo como un luchador constante del bosque”, dijo Demetrio Pacheco con esa mezcla de dolor irreparable e indignación por el asesinato de su hijo.

Él está convencido de que los responsables del asesinato de su hijo están vinculados a los invasores que se han establecido cada vez más cerca de la concesión que tiene desde mediados de los 80. “Saben que se está achicando el posible derecho -sobre el bosque- que ellos quieren tener han optado por eso [el asesinato de Roberto Carlos].

Han dicho ‘ya lo eliminamos y vamos a ver que va a pasar’, pero yo no voy a ser el segundo. No se me va de la mente que ese sea el móvil”

El cuerpo de Roberto Carlos Pacheco permaneció en la morgue hasta la noche del sábado a la espera de que se autorice el retiro para su entierro.

Denuncias y amenazas impunes, inacción de la fiscalía ambiental.

Durante los últimos cuatro años, Demetrio Pacheco y su hijo presentaron siete denuncias por deforestación y usurpación de tierras ante la fiscalía de Madre de Dios. Pero en todos los casos, la lentitud y los silencios han sido cómplices.

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