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martes, abril 16, 2024

La vida en el fundo “Progreso” de Chazuta

Dentro de un escenario en donde abundaban los riachuelos se emplazó el fundo “Progreso” cuyos propietarios fueron mis tíos Víctor Hugo Arévalo Tenazoa y Laura Garazatúa Bartra. El predio se adquirió a una familia Santa María que, después de la venta, pasarían a afincarse en Tarapoto. Estamos hablando de una época que se inicia a finales de la década de los cuarenta del siglo pasado y que termina con el gran aluvión del 28 de noviembre de 1982.

El fundo “Progreso” tuvo como actividad la elaboración de aguardiente. Sin embargo, su característica principal era la gran hospitalidad de los propietarios, que se hizo proverbial. Era también un centro de irradiación cultural porque en la biblioteca no solo había las grandes obras literarias, sino que contaba con las revistas nacionales e internacionales en sus ediciones novísimas de LIFE, en español, Caretas, Visión, O´Cruzeiro, en español, y la infaltable serie de Selecciones del Reader´s Digest. Los escolares de la época solíamos visitar el fundo los fines de semana para consultar en su voluminoso diccionario Sopena el significado de las palabras que como tarea nos dejaban los maestros Leonardo Pinedo Flores, Teodoberto Pérez y Humberto Gallegos Flores. Eran otros tiempos.

La actividad alcoholera era la esencia del fundo. Era el sitio obligado de los trabajadores del lugar quienes encontraban una fuente de trabajo permanente y que muchos chazutinos lo convirtieron en parte de sus vidas y que le fueron fiel hasta los últimos momentos. Desgraciadamente, muchos años después, perversas motivaciones crearon y fomentaron un resentimiento en contra de algunas familias que se asentaron en el lugar, que hizo, por ejemplo, que a mi tío Víctor Hugo nunca le reconocieron por su apoyo generoso y desprendido porque él fue el médico del pueblo salvando muchas vidas y uno de los adalides de su progreso. Incluso, mi tío pagaba con su dinero vuelos expresos en avioneta cuando un lugareño necesitaba cuidados más exigentes. Pero la gente miserable y ruin lo ve de otra manera.

La vida en el fundo era una fiesta. Quienes ahí trabajaron en la corta de la caña vivieron momentos memorables de sus vidas. Uno de los personajes emblemáticos siempre fue don Moisés Tapullima Ojanama quien alguna vez me diría que se consideraba un hombre feliz porque muchísimas hembras pasaron por su chaveta. El fundo “Progreso” era el lugar de las excursiones escolares para celebrar la primavera y los grandes encuentros familiares, y en las horas de sobremesa se daban grandes conversaciones sobre la realidad y se pretendían solucionar los problemas del mundo. Ahí se dio la primera innovación cuando se puso en funcionamiento la rueda hidráulica que movía el trapiche para moler la caña.

Al fundo “Progreso” llegaban todos y todos eran recibidos con los brazos abiertos. Mientras la rueda hidráulica giraba cuando el chorro de agua caía en sus paletas haciendo un ruido tremendo, otro movimiento se daba en la cocina, donde entre el vocerío de las trabajadoras, dirigidas por la tía Laura, preparaban el almuerzo teniendo al costado la vieja y roncosha radio Sudfunk que sintonizaba Radio Atlántida. Aprovechando que el tío Víctor Hugo vigilaba el alambique, los hijos y sobrinos chivateábamos haciendo algazaras por lo que sea distrayéndonos del trabajo. Esa era la vida en el fundo. (Comunicando).

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