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jueves, abril 25, 2024

EL VALOR DEL CUMPLIMIENTO

Resulta inentendible el comportamiento humano en específicas circunstancias. En algunas ciudades existen puentes peatonales en donde es densa la circulación vehicular; sin embargo, son los perros callejeros los que se desplazan por el puente, subiendo y bajando a cada instante, mientras que los humanos apurados, cogiendo y cargando sus pequeños hijos y cargando sus bultos, tratan de cruzar la pista, en fila, al trote ¿Por qué los humanos no utilizan el puente, construido con inversión estatal?

El fútbol es un deporte masivo, que aglutina a comunidades enteras. A fin de evitar el ingreso masivo de espectadores al campo deportivo, generalmente a agredir al árbitro, en algunas ciudades, mayormente sudamericanas, los estadios tienen gruesas mallas metálicas. Existen casos, en que enfurecidos espectadores derribaron éstas mallas para saciar sus enojos arbitrales. En Europa, los estadios de fútbol, carecen de éstas mallas metálicas. Cada cierto tiempo, algún individuo supuestamente con deficiencia mental, hace ingreso intempestivo al gramado, solo para tocar a su ídolo futbolista y no para agredir al juez deportivo; de inmediato, por la fuerza de los miembros de seguridad, el intruso es expulsado del estadio y posiblemente afrontará su proceso judicial.

La autoridad ha dispuesto cuarentena general, a fin de evitar masivo contagio del virus. La medida no es ociosa ni banal, coincide con médicos especialistas y disposición de amplia mayoría de países del mundo. La medida está orientada a disminuir el menor número posible de personas contagiadas y salvaguardar las vidas de las personas. Para garantizar su cumplimiento, se apoya en las fuerzas policiales y armadas. Se indicó que las personas podrán salir a las calles solo en casos necesarios y una por familia, que la distancia social es necesaria mínima un metro, que es obligatorio el uso de mascarillas, que los ingresos a las casas deben cumplir un protocolo, etc. Pero, se ve que el humano actúa como si careciera de razonamiento, se mueve como autómata atendiendo parte de su instinto de supuesta supervivencia. Pues, si razonaría en su real supervivencia, actuaría cumpliendo las normas, porque se hicieron con esa finalidad. El valor del cumplimiento de las normas es imperativo, para garantizar realmente nuestra supervivencia. Si se quiere seguir viviendo, hay que cumplir. Habitantes de algunas provincias del norte y del oriente, actuaron abierta y masivamente en contra de las disposiciones gubernamentales, burlándose y enfrentándose con alevosía a las autoridades policiales y de las fuerzas armadas y las consecuencias ahora son fatales con cientos de muertos por día. Los lapos al rostro de un oficial policial a un joven malcriado desobediente, han generado reacciones tontas de sus familiares y algunos allegados, que la jefatura ha dispuesto defenestrar del patrullaje al oficial ¿Por qué no se premió al oficial? Las normas de las autoridades se dictaminaron para su fiel cumplimiento. En otras circunstancias, no habría necesidad del desplazamiento de fuerzas policiales ni armadas para dar cumplimiento a una disposición; en buena cuenta, generan gastos innecesarios de recursos económicos que son de todos los habitantes del país. Aquí radica el valor económico del cumplimiento de una disposición. Así como en los estadios se evitarían las construcciones de centenares de kilómetros de mallas metálicas para evitar el ingreso de gente desautorizada. Tampoco se construirían puentes peatonales humanos que solo son utilizados por perros callejeros. Convendría construir albergues caninos y se evitarían perros callejeros y por ende costosos puentes peatonales. Sin embargo, existe un factor común en todos éstos deficientes comportamientos humanos, que es la educación. Los habitantes de un país del “viejo” continente, en plena pandemia siguen realizando sus actividades casi normales, por el factor educación. Las personas simplemente cumplen las disposiciones de las autoridades, sin necesidad de tener en la sien el fusil del militar. Todas respetan el distanciamiento social. Realizan sus actividades sin necesidad de aglomerarse. No hay un solo policía ni un miembro de las fuerzas armadas por ninguna parte. Todas las personas son civiles y se desplazan con naturalidad, pero respetando las normas superiores. Así como nadie entra al gramado de fútbol exento de malla metálica. Las calles carecen de rejas de fierro, las casas carecen de cerraduras aceradas, las personas carecen de armas y las familias viven con naturalidad. Solo el factor educación puede hacer éstas maravillas. Pero, la educación de la persona no es necesariamente en la escuela, a cargo del docente; sino, en la casa, a cargo de los padres. El comportamiento en la calle es tal cual en la casa. Alguien dice que en casa se comporta de una manera, un poco más familiar, con maltratos a la esposa y los hijos; y en la calle, de mejor manera, para la observación del público ¿Y quienes viven en la casa? Ante tales circunstancias, ahora sí corresponde a los padres, educar a sus hijos, en casa, como debería haber sido siempre, presionados por la obligación de la cuarentena. Pero, ¿podrá educar bien un padre que desacata la disposición de la autoridad? ¿Una madre que sale al mercado y se demora medio día para comprar un atado de sacha culantro y dos gajos de plátanos, sin mascarilla y aglomerada con las demás personas? Mediante ésta pandemia, Dios nos está diciendo, inviértase en educación, en vez de construir puentes peatonales metálicos para canes, mallas metálicas en los estadios y no enviar a las fuerzas policiales ni armadas a hacer cumplir las normas. Cuán importante es el valor del cumplimiento de las disposiciones.

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