“La tempestad desenmascara nuestra vulnerabilidad” ya que las situaciones de dificultad y desconcierto nos quitan nuestras seguridades económicas, sociales, educativas o familiares y nos dejan solos para enfrentarlas. En dichos momentos se manifiesta el carácter de la persona y se muestra verdaderamente quienes somos.
La frase inicial la pronunció el papa Francisco en la oración ante la pandemia y, como explica el narrador en La peste de Albert Camus, debido a la separación y el encierro se genera una sensación de “miedo y rebeldía”. En nuestro país se ha demostrado en las más de 26 mil personas que fueron detenidas por incumplir las normas de inmovilización social. Pese a ello, no es lo único negativo que se ha visto.
¿Cómo es posible que unos vecinos saquen a pasear a sus mascotas y otros se dediquen a jugar fulbito o se junten para beber alcohol?
¿Cómo es posible que tres congresistas y sus familiares utilicen los vuelos humanitarios que debían trasladar a pobladores vulnerables y en riesgo?
¿Cómo es posible que una periodista sea intervenida y utilice sus contactos para intimidar a los policías que cumplían su labor?
¿Cómo es posible que los parlamentarios tengan que reunirse presencialmente incumpliendo los protocolos de seguridad sanitarias?
Durante los primeros nueve días de aislamiento se contabilizaron cerca de mil denuncias por maltrato a menores, adolescentes y mujeres, dos niñas fueron violadas y se perpetró un feminicidio. De igual forma, algunas malas autoridades políticas y efectivos policiales fueron sorprendidos por participar en fiestas o estar ebrios. Hasta el asistente técnico de la selección de fútbol fue detenido incumpliendo las medidas de inmovilización social.
Dichas actitudes causan indignación y vergüenza ajena, pero como señala la reconocida filósofa española Adela Cortina “si elegimos el conflicto, la polarización y la disgregación, se nos irá todo al traste y sufrirá todo el mundo”. Es decir, tenemos que evitar las discusiones improductivas y el enfrentamiento porque afectará nuestro bienestar emocional, muy vulnerable en estos tiempos.
El término virus significa veneno en latín. Las circunstancias descritas líneas arriba son perjudiciales y ponen en riesgo la salud física, mental y espiritual de la ciudadanía. Son como un agente infeccioso que debemos desterrar y lo podemos hacer desde nuestros hogares.
Para contrarrestar la incomodidad de dichas acciones virulentas y evitar que el COVID-19 se propague la Organización Mundial de la Salud recomienda no estar pendientes de las noticias y las redes sociales sino establecer horarios para acceder a ellos, mantener el contacto virtual con amistades y familiares, en la medida de lo posible tener una dieta saludable, bailar, hacer ejercicio por lo menos diez minutos al día y mantenerse hidratado.
Del mismo modo, la Facultad de Psicología de la Universidad de Buenos Aires aconseja mantener los horarios de sueño, tratar de no dormir en el día si hay insomnio, no quedarse en pijama, armar, con flexibilidad, rutinas de trabajo, tareas y descanso, dar espacio de juego a las niñas y niños, así como no sobreexigirse, ni a los demás, si se vive en espacios reducidos. La cuarentena es un esfuerzo que nos agota, por ello debemos hacer también alguna actividad que nos relaje.
Con voluntad, sacrificio y fe se puede lograr. Disponemos de un nuevo reto como nación. Ya nos demostramos que de situaciones adversas hemos salido. Un claro ejemplo sucedió en noviembre de 2015 cuando se había jugado la cuarta fecha de las Eliminatorias y la selección peruana de fútbol se encontraba en el penúltimo puesto. Ir al Mundial no solo resultaba lejano sino fuera de toda lógica, sin embargo, Ricardo Gareca, que empezaba a conocer nuestra idiosincrasia, afirmó “tenemos el potencial para recuperarnos” y nos recuperamos. Perú fue al Mundial y se logró el objetivo. La pelota está en nuestra cancha, apoyémonos.