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viernes, abril 19, 2024

La mujer en la familia

El hogar es el domicilio habitual de una persona, en el que desarrolla su vida familiar. Por su parte, la familia básica es el grupo de personas formado por el papá, la mamá y los hijos. El conjunto de familias forma una comunidad, un pueblo, una ciudad. El conjunto de comunidades, pueblos o ciudades forma un país. La familia es la célula fundamental de la sociedad. Se supone la existencia de familias sólidas; sin embargo, “El 19.1% de los niños menores de 15 años vive sólo con su mamá (ENDES 2011)”. El papá es considerado como jefe de la familia, en cambio, “El 26% de los hogares son jefaturados por mujeres” (ENDES 2011). Se entiende que las familias sólidas lleven una vida llena de armonía; pero, ocurre que el “38.9% de las mujeres unidas de 15 a 49 años de edad alguna vez han experimentado violencia física y sexual por parte de su esposo o pareja” (ENDES 2011).

Papá y mamá son los gerentes de la empresa familiar. Los lineamientos de vida familiar serán acordados por el consejo familiar, compuesto por sus dos gerentes. Los derechos y obligaciones serán repartidos por igual. La concepción de los hijos es decisión solo de los dos gerentes, con los respectivos derechos y consiguientes obligaciones hasta su formación integral y completa. La concepción no la hace solo el padre o sola la madre. La vivencia pasional de los padres que antecede a la concepción es de exclusividad de ellos; de manera, que los hijos son frutos que provienen de ese loco amorío carnal. Por tanto, el proceso de gestación es de incumbencia de los dos. El proceso del parto y luego la crianza completa también. Dios ha hecho que en la compleja naturaleza humana cada quien cumple su rol. ¿En qué parte de éste proceso cotidiano del ser humano, se evidencia que el varón es más inteligente y que tiene el derecho unilateral de sentirse superior a la mujer? A mediados del siglo anterior, los padres solo hacían estudiar a los varones, mientras que las mujeres ayudaban en casa hasta la llegada del pretendiente para llevarla a formar su familia. Hasta hace poco, las mujeres no sufragaban, carecían derecho de hablar en público, era utópico que ocuparan algún cargo público. ¿Desde cuándo se aplicaban semejantes aberraciones? ¿Quiénes son los energúmenos con retrógrados pensamientos que la mujer ostenta menor rango intelectual, político y social? ¿Por qué tiene que haber una cuota femenina mínima en procesos eleccionarios?

De verdad, los varones somos los más tontos que actuamos con esos retrógrados pensamientos alienados. La familia se inicia con los dos futuros padres, embebidos de ese auténtico amor natural, que puede unirlos durante toda su corta existencia. Enfocándose en la armoniosa unidad familiar, la conducción se hace con la suma de los cinco sentidos de la mamá y los cinco sentidos del papá. Entonces, la familia cuenta con cinco sentidos duplicados para que marche bien. Pero, Anna Arnaiz Kompanietz afirma que “La evolución biológica, pero también social y cultural, ha hecho que las percepciones sensoriales de hombres y mujeres difieran”, en consecuencia, se confirma el decir popular que la “mujer tiene un sentido más”; de ser así, la familia tendría once sentidos disponibles, los que garantizarían solvencias económicas, culturales, ambientales de la prole. Con tantos sentidos en funcionamiento, la familia es como un vehículo que se desplaza confiado hacia su destino con suficiente potencia. “La ignorancia es atrevida y tonta”, que el hombre se da el lujo de no aprovechar esos ricos “seis” sentidos femeninos. Hasta podría mal interpretarse, que el amor paternal es exiguo, cuando en realidad, es similar al maternal. ¿Por qué entonces se da pie al capricho masculino de no dar uso a los sentidos de la mujer en beneficio de la familia? Ese acto de desprecio a esos valiosos sentidos femeninos, le convierte al hombre en el más tonto de los seres terrestres. El hombre es tan tonto, que exime a la mujer en la planificación de la empresa familiar, tomando decisiones unilaterales que generalmente conllevan al fracaso, confinando a la mujer solo a trabajos no remunerados de la casa. “Las mujeres dedican 39:28 horas semanales a la actividad doméstica no remunerada a diferencia de los hombres que sólo dedican 15:53” (ENUT 2010). Anna Arnaiz, médico, sexóloga y escritora, describe: “Las peculiaridades sensoriales femeninas han ido consolidándose a lo largo de los siglos en el desempeño de los cometidos de las mujeres en las relaciones con otros. Las mujeres percibimos estímulos diferentes de los hombres porque estamos preparadas naturalmente para hacerlo, y porque nuestra percepción del mundo se vincula con nuestros valores. Los sentidos femeninos son peculiares, sin olvidar que cada mujer es única, con sus propias particularidades sensoriales: El tacto. La fina piel de las mujeres se caracteriza por una mayor sensibilidad al tacto y al peso debido a que posee sensores unas diez veces más sensibles que los de los hombres. El gusto y el olfato. También son superiores en la mujer. El olfato puede agudizarse en algunos días del ciclo menstrual como, por ejemplo, en la ovulación. El universo olfativo femenino es más rico. Las mujeres, por lo general, somos capaces de reconocer una mayor gama de diversos olores. El oído. Las mujeres suelen tener mejor oído que los hombres, pues diferencian múltiples sonidos y los clasifican en categorías sin apenas darse cuenta. Así, podemos escuchar a varias personas a la vez, mantener una conversación y enterarnos de lo que dicen los que están charlando al lado. La vista. Las mujeres vemos mejor en la oscuridad que los hombres y, en general, distinguimos mejor los colores y sus múltiples matices”

 

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