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viernes, abril 26, 2024

El planeta está que arde

“Esto está que arde”, arguye el locutor en la transmisión del partido de fútbol, cuando el cotejo está parejo y los deportistas dan todo en la cancha. En analogía, los seres vivos (hombres, animales, plantas y microrganismos) tenemos que reconocer las actuales características de nuestro planeta, ojo, no se dice como algunos desvelados: “éste país”, éste planeta”. Desde allí, estamos mal, se dice así de soslayo porque nos es más cómodo mirar el espectáculo desde el extremo lejano de la tribuna. Es de nuestro desagrado ser protagonistas de cambios que exigen sacrificio y entrega.

Entonces, el reconocimiento de la cruda realidad del planeta no pasa por una aceptación romántica de sus circunstanciales habitantes, conlleva poner manos a la obra de manera masiva y contundente. En el planeta hay 201 naciones: En Europa 50; en América 35; en Asia 48; en África 54; en Oceanía 14 (de10.com.mx/vivir-bien, 2017). Muy pronto, la organización de las naciones unidas, debe convocar con carácter de muy urgente y de imperiosa obligación a todos los países, para tratar el tema del cambio climático. Los acuerdos deben ser socializados a nivel de todos los seres humanos, pues se entiende que son los que razonan, entre los seres vivos.

La Cumbre de la Tierra, organizada por la ONU, celebrada en Río de Janeiro, Brasil, en junio de 1992, el Gobierno y 178 países, se arribó a la Declaración de Río, sobre el Medio Ambiente y el Desarrollo. Por su parte, el “Protocolo de Kioto, ​es un protocolo de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (CMNUCC), y un acuerdo internacional de 129 países de 1997, que tiene por objetivo reducir las emisiones de seis gases de efecto invernadero que causan el calentamiento global”. Cabe hacer una ligera pregunta: ¿cuál es el nivel de cumplimiento de éstos acuerdos? Como se ve, no todos los países asistieron y son pocos los países que cumplieron aquellos interesantes acuerdos.

Si todos los países hubiesen asistido y todos hubiesen cumplido los acuerdos, no tendríamos los ríos y el mar inundados de plásticos; índices altos de deforestaciones de los pocos bosques que aún quedan en la tierra; veloz carrera de extinciones de seres vivos; maltrato a nuestras pocas etnias que aún subsisten; pérdidas de riachuelos y de quebradas; masivas deforestaciones de bosques naturales llenos de diversidades biológicas para la siembra de monocultivos industriales; acelerada disminución de caudales de los ríos; calentamiento y deshielo masivo de las cordilleras.

Por todos estos hechos de humanos indolentes e ignorantes, el planeta está que arde; pero éste ardor, es lamentable que no solo sea para quienes propician éstas barbaridades; sino, es para todos los seres vivos. El ardor no solo quema la piel, quema el corazón y la hiel. ¿Por qué no solo quema a los indolentes? A quienes les gusta la corrupción, a quienes les gusta ser madereros sin sembrar ni una sola planta maderable; a quienes les gusta cazar carne de monte (picuro, carachupa, sajino, añuje) sin criar ni uno solo de éstos lindos animalitos; a quienes les gusta solo extraer arena, ripio, piedras, minerales, de los cauces hídricos, sin importarles los inmensos daños que están causando al medio ecológico, que es la casa de todos los seres vivos.

La minería debe parar en el acto, tanto en la sierra como en la selva, porque donde está solo hace daño ecológico. Hablar de ecología es hablar de la casa donde viven todos los seres vivos, incluidos el ser humano. También debe parar la extracción petrolera, por ser causante de daños ecológicos similares a las actividades mineras.

También debe parar el narcotráfico, porque trae desolación, pobreza, masiva deforestación y pronta degradación de los suelos de la selva. Grupos minoritarios deben estar sujetos a las normas legales del Estado, pues, las vidas de todos los seres vivos son prioritarias, que se anteponen a los intereses monetarios de pequeños grupos mundanos. Los Gobiernos deben poner mano dura, dando uso a los recursos y las normas legales para su cumplimiento. No se trata de uno, de diez, de cien países, se trata de todos los países del planeta, de todos los seres humanos, que nos creemos con razonamiento. No es que uno o dos países no asisten a la reunión.

Que uno u otro país no desea cumplir o se sale de la reunión como un reverendo muchacho malcriado, el acuerdo debe incluir serias sanciones a quienes prefieren éstos comportamientos de niños. Es ridículo observar que un minúsculo grupo de individuos siga realizando minería ilegal en pleno río Madre de Dios, devastando miles de hectáreas de bosque vírgenes, desplazando etnias que han vivido allí por tiempos inmemoriales. Así como allí, en la sierra central pueblos enteros son corridos de sus natales territorios, por la preferencia que el gobierno de turno da a empresas mineras extranjeras. El planeta está que arde, no hay tiempo que perder, hay que actuar “desde ayer”.

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