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viernes, abril 19, 2024

El final del Arevalismo 1

La campaña electoral en 1962 se estaba desarrollando de una manera intensa. Tarapoto parecía despertar de un letargo y una indiferencia porque una parte significativa de la población buscaba un cambio y ese cambio significaba destruir al arevalismo, corriente política que había llenado el escenario sanmartines por más de cuarenta años. Víctor Manuel Arévalo Delgado se enseñoreo de la política sanmartinense en todos sus aspectos pues, en aquella época, el poder político copaba toda y las decisiones procedían de ese poder. Era la época en que los políticos eran personajes de fuste y procedentes de las aristocracias regionales que hizo que la política sea el quehacer de una élite. En otras palabras, la política era una cuestión de clanes, como lo fueron los Arévalo y los Reátegui.

Las figuras epónimas de la política regional y que dominaron los años veinte del siglo pasado hasta el año de 1962, fueron Víctor Manuel Arévalo Delgado, de un lado, y Ulises Reátegui Morey, del otro. Víctor Manuel era hijo de Manuel Arévalo Orbe y María Belén Delgado Morey, mientras que Ulises, fue hijo de Pedro Pascual Reategui Rengifo y Manuela Morey Arias. El gran investigador Federico Sarmiento Marchese nos hace recordar que los dos líderes eran parte de un mismo entorno familiar, y parte de esta historia ya publicamos en este medio. Las dos familias comenzaron a tener presencia desde mediados del siglo XVIII y se habían asentado en las ciudades de Lamas y Tarapoto. El obispo Baltazar Martínez de Compañon ya menciona a los Reátegui en sus cartas de viaje.

En mis recorridos por la región San Martín he recogido testimonios de que tanto los arevalistas, como los reateguistas tuvieron sus seguidores incondicionales, aunque ya pocos quedan que tengan recuerdos vívidos de esos años de pugna feroz. La familia Reátegui se proyectó hacia el valle del alto Sisa, mientras los Arévalo se afincaron en Tarapoto, La Banda de Shilcayo y Chazuta. En este segundo distrito se afianzaron familiarmente con los Bartra. Pero fueron los Arévalo, como lo recogen los testimonios y lo recuerdan los memoriosos, quienes tuvieron poder factico por casi cuatro décadas.

El cuestionamiento al arevalismo se comienza a dar desde los finales de la década de los años cincuenta del siglo pasado. Soy testigo excepcional de esa animadversión al arevalismo, centrada en la figura del senador Víctor Manuel Arévalo Delgado, y todo lo que representaba. El semanario tarapotino “El Sol”, de propiedad de Pedro Emilio Torrejón Reyna, encabezaba la lucha frontal contra el caciquismo de don Víctor Manuel.

En 1961 irrumpen en el escenario, ya movido y turbulento, tres entusiastas jóvenes, a quienes se conocía como los tres jóvenes universitarios, liderado por Manuel Tafur Ruíz, quien se caracterizaba por su verbo elocuente y una apostura que contagiaba a las masas de entonces, y que estaba acompañado por Luis Alberto Sánchez Bartra y Gonzalo Hidalgo Iberico, riojano este último, aunque confieso que me falta confirmar este dato. La antigua glorieta, que se ubicaba en la parte central de la Plaza de Armas de Tarapoto, era el ágora de esa oratoria feroz contra el arevalismo y puedo dar fe de ello. [Comunicando Bosque y Cultura].

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