31.8 C
Tarapoto
jueves, abril 25, 2024

El escritor combatiente

El mito se comporta como respuesta del hombre ante los obstáculos que obstruyen su camino. A través de ellos intenta abrirse paso, salir airoso, dominar las situaciones difíciles, las circunstancias alienantes opuestas a la plenitud y equilibrio armónico al que tiende siempre. Si bien es cierto que tienen sus fracasos, algo se cumple. Como vemos, el mito es algo muy real porque la realidad humana la constituye el mundo en que vive y los ideales a que aspira. Sigmund Freud dice: “En los mitos y leyendas, el hombre ha plasmado desde antiguo sus ideales de poder, sabiduría, que encarna en sus dioses a los que atribuye todo lo que desea, pero que no puede alcanzar o le están prohibidas. Debe pues deducirse que esos dioses son los ideales de cada cultura”.

La misma actitud místico-combativa es en el terreno de la acción revolucionaria, en el campo ideológico y político, y en el ejercicio literario. Los escritores han usado su pluma como arma de combate. Con aguda intuición han descubierto el poder evocador que encierran los mitos, la carga emotiva que generan, y los han revivido en sus escritos para operar en la conciencia de los grupos.

Las invectivas de Juan Montalvo hacia el gobierno de García Moreno llegaron a ser tan inflamadas que motivaron en un grupo muy adeptos de sus lectores que dieran muerte al dictador. Desde su exilio el escritor exclamó: “No, no fueron ellos. “¡Mi pluma lo mató!”.

Un caso extremo pero real, sobre todo para ilustrar lo que dice Sorel acerca de ciertas fuerzas míticas que “Se manifiestan como un conjunto de imágenes capaces de evocar en bloque y por la sola intuición, previamente a todo análisis reflejo, una masa de sentimientos”.

La época actual sobre todo, con sus gigantescos medios de difusión, es un campo propicio para difundir la palabra escrita en obras literarias que actúan como galvanizadoras de las corrientes míticas de las grandes masas hacia objetivos de acción común constructivas. El auténtico escritor es un testigo de su época; un exponente y orientador de la misma. En este sentido tienen gran fuerza las palabras de Unamuno al sindicar al genio como “un pueblo individualizado”.

“Los hombres se encuentran ligados entre sí por lazos emotivos invisibles y el escritor es aquel que dotado de una sensibilidad excepcional, se comporta como una antena, un canal por donde enrumban su cauce las tendencias del hombre colectivo. Y esta alta forma de simpatía, de solidaridad, hace que diga y cante lo que en los demás estaba en silencio”.

Allí radican los sueños, las utopías, las realidades y las vagas aspiraciones conscientes e inconscientes como individuo y como ser social. La conciencia mítica en el fondo une y divide a los hombres por debajo y por encima de los esquemas racionales, demasiado claros y superficiales, para satisfacer las ansias que surgen de niveles hondos.

En este sentido, por ejemplo, Geothe no “inventó” el Fausto, ni Cervantes El Quijote, ni Homero a Ulises, sino más bien, ellos dieron lugar a que estos poetas surjan como tales, para dar testimonios con sus obras, de la existencia de estos “hombres” en la conciencia de los hombres de sus pueblos. En el ser de cada español, reside el hidalgo manchego y en cada efebo de Grecia la aspiración a realizar las hazañas de Ulises. Deducimos que la literatura y lo mítico están vinculados allá en las profundidades del alma humana. El poeta se sumerge en esas corrientes vitales y las utiliza como material de sus creaciones, su cuarto de estudio es cómo un laboratorio de alquimia en donde acrisola en formas artísticas los impulsos oscuros del hombre. La labor del escritor es la de cristalizar en símbolos literarios, las corrientes espirituales del discurrir humano. Se sumerge en las profundidades y saca el carbón para transformarlo en diamante. Las joyas literarias significan cierta elevación de la vida, y la expresión de la alta dignidad espiritual del hombre. Es así como la literatura se identifica con la mística.

Jean Paul Sartre, un escritor honesto, creador de una literatura de compromiso, que tuvo el coraje hasta de rechazar la adjudicación del premio Nobel, dijo: “Se escribe para Dios o para los vecinos: yo decidí escribir para Dios con el fin de salvar a los vecinos”.

Artículos relacionados

Mantente Conectado

34,536FansMe gusta
273SeguidoresSeguir
1,851SeguidoresSeguir

Últimos artículos