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miércoles, abril 24, 2024

Los otros pródigos

¡Qué difícil se hace entender al ser humano! Si entre humanos no hay entendimiento, mucho menos con Dios y el medio ambiente. Ésta difícil encrucijada se ha dado siempre y sigue en el tiempo como si fuera comportamiento normal. En Génesis se dice que: “Un día Caín y Abel le llevan un regalo a Dios. Caín lleva alimento que él ha cultivado. Y Abel lleva la mejor oveja que tiene. A Jehová le agradan Abel y su regalo. Pero no le agradan Caín y su regalo. ¿Sabes por qué? No es solo que el regalo de Abel sea mejor que el de Caín. Es porque Abel es bueno. Ama a Jehová y a su hermano. Pero Caín es malo; no ama a su hermano. Caín mata a Abel y huye Por eso Dios le dice a Caín que debe cambiar. Pero Caín no le hace caso. Está muy enojado porque Dios ha preferido a Abel. Caín le dice a Abel: ‘Vamos allá al campo.’ Allá, cuando están solos, Caín golpea a su hermano. Le da tan duro que lo mata” Génesis 4:2-26. Hace poco, en el hotel de la ciudad, sujetos matan y descuartizan a dos ciudadanos, con ritos alegres y naturales, como si fuera una faena cotidiana; luego, las partes de los cuerpos fueron colocadas en diferentes puntos de la ciudad.

Podría pensarse que esos malos comportamientos humanos son de ellos, cuando muchas veces somos también nosotros quienes actuamos de manera similar. Cuando los Israelitas fueron sacados de Egipto, dejando la esclavitud para ser un pueblo libre, luego de observar las maravillas de Dios, por medio de Moisés, ocurridas en Egipto, se supone que el largo viaje por el desierto sería de buena manera, de agradecimiento y entrega a Dios. Sin embargo, algunos habitantes del pueblo, mostraron comportamientos de desobediencia a esos sagrados mandamientos. Han transcurrido miles de años y nosotros ¿estamos cumpliendo dichos mandamientos? ¿Por qué somos así, de desobedientes, siempre de procurar hacer actos malos de vida mundana? ¿Cumplimos el primer mandamiento de Amar a Dios sobre todas las cosas? No. Porque lo primero que pensamos es en el dinero. ¿Cumplimos el siguiente mandamiento de amar al prójimo como a uno mismo? No. Porque siempre maldecimos a las personas. ¿Honramos a nuestro padre y a nuestra madre? No. Porque no tratamos bien a nuestros progenitores: viejo por aquí, vieja por allá. Damos a nuestros padres tratos despectivos. No les agradecemos por haber sido instrumentos de Dios para traernos a éste mundo. No les llamamos. No les abrazamos. No les decimos que les amamos. No les besamos. Es decir, les ninguneamos, porque a veces sentimos que nos estorban, que nos parecen pesados. Los Israelitas no agradecieron a Dios por sacarles de la esclavitud y conducirles a la Tierra prometida; y nosotros tampoco agradecemos a nuestros padres por haber tomado la decisión de traernos a ésta tierra prometida.

Se supone que ahora la humanidad está civilizada con grandes conocimientos adquiridos, suficientes como para vivir bien, usando racionalmente los recursos naturales, en armonía entre los integrantes de las familias y entre las personas que forman parte de las sociedades. De verdad, los avances tecnológicos no han hecho hasta ahora mejores a las personas, siguen teniendo malévolos comportamientos deshumanizados. ¿Cómo se explica que el ser humano no sabe vivir en el planeta? ¿Cómo se explica que se deja perder alegremente el recurso suelo que encontramos gratis en la naturaleza? ¿Cómo se explica que se ha deforestado sin medir sus negativas consecuencias? ¿Cómo se explica que se ha invadido de plásticos los ríos y los océanos? ¿Cómo se explica que por un metal se siga destruyendo miles de hectáreas de bosques vírgenes donde viven fauna, flora y comunidades nativas?

Pero, ellos no son los únicos pródigos que hacen las cosas al revés. También somos nosotros, cuando ensuciamos de plásticos las calles. Se podría pensar que las personas de a pie somos las únicas calificadas de pródigas; sin embargo, las autoridades por su investidura son quizá tildadas de peores. ¿Cómo se explica que un Presidente nacional, en vez de dar ejemplo de buena acción, es el mal ejemplo de corrupción? De verdad, no se entiende. ¿Cómo un Presidente puede vivir insultando a las personas de su comunidad? Cada vez ésta vida está de cabeza. Se supone que los congresistas tienen como funciones vigilar los recursos del pueblo, propendiendo su desarrollo, dando leyes que favorecen a la comunidad.

En cambio, los congresistas hacen totalmente al revés. Su propio accionar ha provocado la repulsión de la población, pero, como si no fuera con ellos, en vez de mejorar, continúan cada día con esos comportamientos de extrema repulsión. Entonces, ellos y muchos de nosotros somos los otros pródigos, que, en vez de sumar nuestras acciones humanas para ser cada vez mejores personas, hacemos lo posible para comportarnos como los otros pródigos.

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