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jueves, abril 25, 2024

La “Arcadia” siempre estará con nosotros

Los sanmartinenses que pasan de los setenta años todavía lo recuerdan. Nos referimos a ese fundo alcoholero que es parte de la historia tarapotina de los años treinta y cincuenta del siglo pasado y que por casi un cuarto de siglo fue el centro de la actividad agroindustrial de Tarapoto, así como pionero e innovador en el proceso de la molienda de caña de azúcar. Nos referimos a “Arcadia”, que fuera propiedad de la familia que constituyeron José Luis López Ramírez y Rosa Arévalo Tenazoa y, donde la Tía Rosita desplegara tanto amor y energía que jamás se olvidaron quienes alguna vez pasaron sus días ella. La bondad de la Tía Rosita ha quedado grabado en el corazón de todos nosotros.

“Arcadia”, en griego APKADIA, en la mitología griega era la tierra de la felicidad, de la paz, de la tranquilidad y de la naturaleza. Era el paraíso terrenal adonde estaban destinados las almas nobles que en vida se distinguieron por sus buenos actos. Mis tíos, que leían mucho y eran cultos, no dudaron en poner este nombre a este fundo que se ubicó en el sector de las quebradas de Pucayacu y Polish, en el lugar donde ahora es el poblado de Bello Horizonte, La Banda de Shilcayo, donde residen los pobladores que tuvieron vinculación con el fundo, como son: Juan Rengifo Saavedra, Juan de Dios Saavedra Rojas y Reyes Saavedra Pérez, los dos últimos ya fallecidos, entre otros.

El pasado jueves 15 del presente mes, los herederos de mis tíos Lucho y Rosita, y parte de la familia, hicimos una romería al cementerio “Paraíso Eterno”: Carmela, Betty, Rosa, Gina, Madeleine, Gilma y Maxwell, los hijos, para honrar la memoria de aquellos seres maravillosos que hicieron de la vida una misión; en especial de la Tía Rosita, que lo hizo con amor y heroísmo. No podemos obviar la participación de nuestra Tía Jovita, hermana de la Tía Rosita. Y fueron momentos de emoción, de ternura, de buen humor y alegría, recordando esas canciones de antaño que hicieron vibrar a más de un corazón tierno y apasionado. Y no digo que fue un momento para recordar porque, como se escribe en la revista Caretas: “¿Para qué recordar algo que nunca se fue?”; porque la Arcadia y nuestra Tía Rosita siempre vivirá con nosotros.

La “Arcadia” fue para Tarapoto una tierra de promisión. No hubo tarapotino de esos años que no hubiera pasado un fin de semana u horas para conocerla y admirar la famosa hidráulica, cuyo movimiento mecánico, impulsado por el chorro de agua del Pucayacu, movía los rodillos metálicos y obtener el jugo de caña que iba a las artesas para su proceso de fermentación. La “Arcadia” fue también la pascana obligada donde los viajeros que transitaban hacia el bajo Huallaga o venían de ahí se detenían en el fundo para tomar su ventisho y continuar con su viaje. Pero el amor también nació en la Arcadia, cuando el tío Julio Tito conoció a la chazutina Francisca Bartra, ella que siempre se detenía en el fundo a disfrutar un momento de solaz, después de su larga caminata por el cerro Rompeo.

¡Qué emocionante momento de alegría se vivió aquel jueves 15 de agosto 2019: riendo, cantando, transformando el lugar en donde nos encontrábamos en una nueva Arcadia! [Comunicando Bosque y Cultura].

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