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jueves, abril 25, 2024

Cura del abrazo

Los primates enseñan a sus crías las destrezas de la vida, en la azarosa selva, echando mano a su paciencia. Ocurre lo mismo con los leones, de otro modo las crías jóvenes se morirían de hambre. El oso de igual manera. En fin, los animales han aprendido su obligación de enseñar a su prole las formas de defensa, ataque y sobrevivencia. El ser humano adulto es lo que fue durante su niñez o juventud, con sus padres, o con quienes tuvo la oportunidad de pasar esas importantes etapas de su vida formativa.

Alguien podría decir muy a la ligera que todas las personas saben abrazar. Por supuesto que no, salvo que la interpretación o la calificación del gesto sean vistas de diferentes vértices. Pues, para un jurado podría tener un resultado, mientras que para otro puede ser variado. Se supone que el abrazo debe ser natural, simulando al abrazo apapachado de una madre angelical a su bebé. Victoria Navicelli afirma que “está demostrado que el abrazo tiene un poder extremadamente curativo y eso es porque tiene que ver con la afectividad, la comunión con la especie”. Hay versiones poco populares que afirman del abrazo como tontería y una niñería. Sin embargo, ella misma dice que “ésta técnica despierta hormonas, moviliza sentimientos y emociones, aviva lo endógeno”. Personas entendidas del caso recomiendan “el abrazo de oso”, porque es franco, con los brazos sobre las espaldas opuestas y con algo de presión de todo el cuerpo, realizándose en el acto el intercambio de energías positivas. En algunos encuentros humanos, las personas se dan abrazos; en cambio, no todos ellos son correctos, en el buen sentido de la palabra, como del oso. El quince por ciento no hace este tipo de abrazo, sino realiza un abrazo a la distancia o de costado, como si tuviera miedo de intercambiar su energía. “Sólo un abrazo, bien dado, desde el corazón y en forma sincera, puede curar dolores emocionales hasta mejorar la salud de quien lo recibe y también de quien lo da” afirma Navicelli.

En el interés de auscultar las causas de éste tipo de abrazo, se arriba que, en la niñez y juventud, el sujeto no recibió un solo abrazo; que el trato horizontal en éstas etapas fue solo de recibir órdenes de mandatos con palabras, altisonantes, soeces y con insulto; y para variar, éstas malas palabras venían muy mal acompañadas de látigos arteros. Las palabras bonitas, elocuentes, de elevar la autoestima, simplemente fueron ausentes. ¿Y el abrazo? Mucho más ausente. Jamás se dio. Si éste trato se sembró en la niñez y la juventud, ¿qué trato se quiere cosechar en la etapa adulta?

Una práctica usual en todos los grupos humanos debe ser el abrazo. Allí, los dirigentes deberán enseñar de manera sutil, a abrazar a quienes aún no muestran diligente destreza, para que luego los abrazos se conviertan en buenos hábitos de afectividad humana. Delma López, afirma que “el abrazo existe desde que el hombre ha pisado el planeta, es milenario e incluso, la medicina más antigua” Se dice que el abrazo tiene poder curativo para dolencias y el fatigado estrés. El “Instituto de Investigación sobre el contacto” de la Escuela Universitaria de Medicina de Miami, dice que: “un mejor y más rápido crecimiento en bebés prematuros, aumento de la analgesia en pacientes con dolor, mejoría de los niveles de glucosa en niños con diabetes, mejoría del sistema inmune en pacientes con cáncer, entre otros efectos constatados”. Isabella Di Carlo indica: “El poder terapéutico del abrazo y el contacto está siendo objeto de estudio de prestigiosas universidades en los últimos tiempos. Como si de verdad empezáramos a estar de vuelta de la ciencia disociada de los valores esenciales, de la tecnología distante y la medicación a gran escala, ciencia y consciencia, materia y espíritu comienzan a darse la mano”.

¿Dónde se aprende abrazar? Ésta cura está presente en la naturaleza humana. Dios nos creó con ésta característica. Cuando la partera o la obstetra recibe al niño, envuelto en un pañal acurruca al bebé en su cálido regazo, para colocarlo al costado de la madre, sobre su brazo, para que ella le dé el primer alimento, de sus entrañas naturales. Desde allí el bebé no recibe otra cosa más que abrazos tras abrazos. Besos y más besos. Calor maternal y más calor maternal, no de un fogón externo, si no de la profundidad de su cuerpo, siempre aplicando su abrazo apapachado. En las semanas, meses y años en adelante, el niño solo debe recibir ese trato, ese abrazo permanente de sus progenitores y familiares. No es un favor que se le hace a un nene, es obligación moral de toda persona adulta regalar éste gesto a niños y jóvenes. Entonces, la cura del abrazo, no resulta de pronto, de ayer para hoy, es un largo proceso de vida de todas las generaciones, por esa razón, en toda reunión debe llevarse a cabo el sincero abrazo que cura. Hay que propender siempre a humanizar la humanidad.

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