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jueves, abril 25, 2024

Respuesta del cacique Piel Roja al presidente de los Estados Unidos

Carta del cacique Seathl al presidente de los EE.UU. reproducimos a continuación una carta que el indio Seathl, jefe de la tribu Suwanish de los territorios del noreste de los Estados Unidos, escribió al presidente Franklin Pierce; en 1855 como respuesta a su oferta de compra de las tierras de su tribu (I Parte)

El gran jefe de Washington mandó a decir que desea comprar nuestra tierra. El gran jefe nos aseguró también de su amistad y benevolencia. Esto es gentil de su parte, pues sabemos que él no precisa de nuestra amistad.
Vamos, sin embargo, a pensar en su oferta, pues sabemos que si no lo hacemos, el hombre blanco vendrá y con armas tomará nuestra tierra. El gran jefe en Washington puede confiar en lo que dice el jefe Seathl con la misma certeza con que nuestros hermanos blancos pueden confiar en el cambio de las estaciones. Mi palabra es como las estrellas – ellas no palidecen.
¿Cómo podéis comprar o vender el cielo, el calor de la tierra? Tal idea nos es extraña. Si no somos dueños de la pureza del aire o del resplandor del agua, ¿Cómo entonces podéis comprarlos?

Cada terruño de esta tierra es sagrado para mi pueblo. Cada hoja reluciente de pino, cada playa arenosa, cada velo de neblina en la floresta oscura, cada claro del bosque y cada insecto que zumba, son sagrados en las tradiciones u conciencia de mi pueblo. La savia que circula en los árboles porta las memorias del hombre piel roja.

El hombre blanco olvida su tierra natal cuando, después de muerto, va a vagar entre las estrellas. Nuestros muertos nunca olvidan esta hermosa tierra, pues ella es la madre del hombre piel roja. Somos parte de la tierra y ella es parte de nosotros. Las flores perfumadas son nuestras hermanas; el ciervo, el caballo, el águila majestuosa son nuestros hermanos. Las crestas rocosas, el zumo de las campiñas, el calor que emana del cuerpo de su potrillo y del hombre; todos pertenecen a la misma familia.
Por lo tanto, cuando el gran jefe de Washington manda decir que desea comprar nuestra tierra, él exige mucho de nosotros.

El gran jefe manda decir que irá a reservar para nosotros un lugar en que podamos vivir confortablemente. El será nuestro padre y nosotros sus hijos. Por lo tanto, vamos a considerar su oferta de comprar nuestra tierra. Más no va a ser fácil, no.
Porque esta tierra es para nosotros sagrada.
Esta agua brillante que corre por los ríos y riachuelos no son simplemente agua sino la sangre de nuestros ancestros. Si te venderíamos la tierra tendrías que recordar que ella es sagrada y tendrás que enseñar a tus hijos que es sagrada y que cada reflejo espectral en el agua límpida de los lagos cuenta los eventos y las recordaciones de la vida de mi pueblo. El rumorear del agua es la voz del padre de mi padre.

Los ríos son nuestros hermanos, ellos apagan nuestra sed, los ríos transportan nuestras canoas y alimentan a nuestros hijos. Si te vendiéramos nuestra tierra, tendrás que recordar y enseñar a tus hijos que los ríos son hermanos nuestros y tuyos y tendrás que dar a los ríos la amabilidad que darías a un hermano.

Sabemos que el hombre blanco no comprende nuestro modo de vivir. Para él un lote de tierra es igual a otro, porque él es un forastero que llega en la quietud de la noche y saca todo lo que necesita. La tierra no es su hermana sino su enemiga y después de conquistarla, la abandona. Deja atrás las tumbas de sus antepasados y no le importa. Arrebata la tierra de las manos de sus hijos y no le importa. Deja olvidada la sepultura de su padre y el derecho de sus hijos a la herencia. Él trata a su madre, la tierra, y a su hermano, el cielo, como cosas que pueden ser compradas, saqueadas, vendidas como ovejas o cuentas de vidrio. Su voracidad arruinará la tierra, dejando detrás apenas un desierto.

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