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jueves, marzo 28, 2024

Bill Gates y el clasificador de cargos

Desde hace ya unos cuantos años, las empresas líderes en el mundo como Google, Apple y Microsoft han dado un giro importante cuando de contratar personas para integrar a sus organizaciones se trata, todas coinciden que para incorporar colaboradores no hace falta títulos oficiales, es mejor y mucho más efectivo que estas sean por habilidades, por sus capacidades y el potencial que tienen para contribuir al fortalecimiento de estas grandes empresas.

En algún momento de su desarrollo estas y otras empresas competitivas en el mundo deben haberse dado cuenta que una persona tiene más valor que otra cuando a sus conocimientos se suman las habilidades y que si a estas dos le agregamos las actitudes positivas, el valor en el mercado de los profesionales se incrementa exponencialmente y las organizaciones logran mejores resultados que si no las tuvieran, valoran mucho más el talento individual que las certificaciones que traen consigo bajo el brazo.

El mundo ha cambiado y sigue cambiando, nuevos retos, nuevos problemas, otras son las condiciones, las tendencias van en una dirección distinta a la que nos imaginamos, sin embargo, seguimos gestionando nuestras organizaciones siguiendo básicamente los mismos principios, válidos para una época, para escenarios que hoy no existen y que por alguna razón inexplicable para muchos aún siguen vigentes, como queriendo retener el tiempo, como buscando encapsular el conocimiento en esta era sin fronteras, sin límites a las que cualquier persona tiene acceso y puede adquirir las competencias necesarias para alcanzar lo que busca.

Todo esto es el preámbulo para explicar lo que nos toca vivir como país, el servicio público ha puesto una barrera a la contratación de personas: por requisitos antes que por habilidades, es decir prioriza la contratación de personas con títulos oficiales antes incluso que la experiencia, el conocimiento y la especialidad que puedan tener sobre cierta materia, hay multitud de jóvenes autodidactas altamente cualificados que se quedan fuera de los procesos de selección por no tener un título universitario u otra clase de título oficial.

Demás está decir lo que ya sabemos, el mercado de títulos oficiales en el Perú es uno de los mercados más rentables que aún existe, sobre ella se ha desarrollado una industria que incluye el “asesoramiento de tesis”, eufemismo que esconde la manera de burlar el trabajo de investigación por el que todo estudiante de educación superior debe pasar y es la razón de ser de la formación profesional.

La SUNEDU viene haciendo denodados esfuerzos por ordenar este caos generado desde los años noventa en el país, dejando en suspenso el licenciamiento de muchas de ellas, sociedades anónimas abiertas y cerradas que ven es serio riesgo la posibilidad de generar las ganancias que hasta hoy han venido obteniendo.

No se trata de generar desorden e informalidad en la contratación de servidores públicos, todo se puede normar estableciendo reglas y procedimientos, pero no hay que perder de vista el objetivo, los requisitos son indispensables; por ejemplo, es fundamental tener licencia de conducir no basta con ser un experto, pero si tienes licencia es porque sabes conducir y conoces las reglas de tránsito, ¿nos hemos fijado que hay Maestros y Doctores que no dominan ningún idioma a pesar de que la ley les exige y son contratados sólo porque tienen el título, porque el cartón así lo indica?. De que formalidad hablamos si empezamos por desconocer nuestras propias reglas. Los problemas no se resuelven con requisitos se resuelven con competencias.

El estado lejos de propiciar la discriminación debe ser el principal promotor de la igualdad de oportunidades para todos y corregir esta distorsión que se ha venido generando desde que la educación superior en el Perú pasó a ser un negocio, los títulos universitarios no deberían ser otorgados por las universidades que forma al profesional, ser juez y parte considero que ha contribuido a generar esta situación de escases de profesionales competentes y por el otro lado dar el valor a las competencias y habilidades, estas deben ser evaluadas para la calificación de un servidor público.

Es tal el nivel de rigidez en las contrataciones que hoy tiene el estado que ni el mismo Bill Gates pasaría ningún clasificador de cargos en el Perú. No calificaría como funcionario público del nivel más bajo. Parece una broma, pero así de desfasada es la realidad en nuestro querido Perú. Mientras tanto allá afuera, en la aldea global todo sigue avanzando.

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