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miércoles, abril 24, 2024

Cumpleaños 109 de Francisco Izquierdo Ríos

Francisco Izquierdo Ríos (1910-1981) nació en Saposoa (capital de la provincia de Huallaga, departamento de San Martín), disfrutando la plenitud de la selva en el caserío de Nuevo San Andrés, entre el diverso bosque virgen y la zigzagueante quebrada San Andrés, a la que luego en el cuento Bagrecico le llamara el río de las mil vueltas, donde pescaba livianas anchovetas, bujurquis y añashuas. Jugaba a las flechas, perseguía a las aves de Tomásconchero que llenas picoteaban las ciruelas del árbol del patio, jugaba a las bolas de tingana y achira, bañaba desnudo en las aguas cristalinas persiguiendo a peces y chapoteándolas para enloquecerlos y así procurar cogerlos con sus tiernas manecitas. Acompañaba a su progenitor y familiares a la mina de sal, cerca de la localidad de Sacanche, a proveerse de sal, cuando vecinos de San Andrés se ponían de acuerdo para ir en caravana, desde las dos o tres de la madrugada y retornar con la pesada carga en horas de la noche. El pequeño Francisco se cuajaba en el fragor del trabajo rural y de paso todas éstas vivencias iban archivándose en su tierna memoria, para años después le sirvieran de insumos literarios.

La familia migra de Saposoa a Moyobamba, capital política del departamento de San Martín. Moyobamba fue la primera ciudad en ser fundada en 1540, 18 años después, en 1558, se funda Saposoa. Entonces, Francisco Izquierdo Ríos se forja desde su infancia en las dos ciudades más antiguas de San Martín. Luego migra a Lima, capital de Perú, como becario del Instituto Pedagógico de Varones, donde se graduó de Profesor de primaria en 1930. Mientras estaba estudiando en el Instituto le conoció a José Carlos Mariátegui, a quién le colaboró en el dictado de cursos de cultura general en los sindicatos obreros de Lima y Vitarte. El día de su graduación, ante la sorpresa de compañeros y profesores, en el patio incineró los apuntes y copias de sus clases por considerarlos banales, sin importancia. Cuando cumplió 22 años, viajó a Soritor, Moyobamba, para ejercer su profesión como maestro rural. Ante la sorpresa de sus amigos, familiares y alumnos, el año 1932 fue apresado por sus ideas socialistas y llevado al penal El Sepa. Tuvo que pasar momentos difíciles, aun así ejerció la docencia en pésimas condiciones en los Andes Nororientales. En 1947, en el régimen apro-bustamantista, de nuevo fue encarcelado por sus enérgicas protestas ante la quema de “libros revolucionarios y ateos”, hechas en las bibliotecas escolares públicas del país. En aquelos tiempos entabló amistad con otros escritores como Daniel Hernández, Ciro Alegría y José María Arguedas. Con éste último publicó Mitos, leyendas y cuentos peruanos en 1947. A partir de entonces en 1938, se consagra como cuajado escritor con el poema vernáculo Sachapuyas; luego siguieron estampas, cuentos, novelas, poemas, relatos para niños, pequeñas prosas, semblanzas de autores peruanos, ensayos de crítica literaria y artículos diversos para revistas. Entonces, emerge con energía natural desde la profundidad de su alma, como brota la fresca agua desde la profundidad de la tierra, una larga cadena de obras majestuosas, como Selva y Ande; Selva y otros cuentos; Mi aldea; Muyuna; Pueblo y bosque; Sinti el viborero; Cuentos de Adrián Torres; Mateo Paiva, el maestro; Días oscuros. Como docente llegó a ser Jefe de Informaciones del Ministerio de Educación, Jefe-fundador de la Sección de Folklore y Artes Populares en ese Ministerio, y director de la Editorial del Instituto Nacional de Cultura. En 1977, fue jurado en el concurso literario de Casa de las Américas en La Habana y en 1980-1981 presidió la Asociación Nacional de Escritores y Artistas, cuando ocupaba éste cargo le sorprendió la muerte.

“Escribir de modo natural y sencillo, como crece la hierba; Y, que por entre lo escrito, se vea siempre la luz de la vida”, es la fina pluma de Francisco Izquierdo Ríos, que nos ha dejado diversa enseñanza como la diversidad compleja y sencilla a la vez de la gran floresta amazónica. En su cuento Bagrecico dice: “Vivían en ese remanso de un riachuelito de la Selva Alta del Perú, un riíto con lecho de piedras menudas y delgado rumor. Palmeras y otros árboles, desde las márgenes del remanso, oscurecía las aguas. Esa noche, en un rincón de la pozuela iluminada tenuemente por la luna, el viejo bagre enseñó al bagrecito cómo debía llevar a cabo su viaje al lejano mar”, aquella descripción lírica del riíto se trata de la quebrada San Andrés, en donde realizaba sus ensayos de pesca de pequeños ejemplares de anchovetas, bagres, añashuas y bujurquis, allí en aquel paraje rural pasó sus primeros años de vida, disfrutando de la plenitud de la selva natural.

El pueblo de Saposoa, a voluntad de sus autoridades, ha decidido retomar las celebraciones de los onomásticos de tan distinguido hijo ilustre de las plumas, ahora los 109 años. Sería bueno también resaltar las grandes virtudes del hijo médico artista cantautor Edwin Alvarado.

 

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