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sábado, abril 20, 2024

La gran revancha de San Martín

Hay que ser sinceros. Si preguntamos en Lima ¿Conoces San Martín? La respuesta en ese gran batán cultural y económico, tendrá como primera opción al populoso distrito limeño. Luego vendrá la universidad anclada en el peligroso Santa Anita y, en tercer lugar, aterrizará la plaza con el nombre del dictador argentino.

Pocos son quienes conocen dónde queda San Martín, esta región llena de tocones bullangueros, fantásticas cataratas, bosques virginales, gente afable y un vientre lleno de insumos alucinantes. Y esta suerte de ignorancia cacasena es reafirmada por los empresarios turísticos locales, para quienes queda claro que la gente (sus viajeros) solo saben que existe Tarapoto. Y es bajo ese paraguas que venden todo lo que pueden: Lamas, Moyobamba, Chazuta, Sauce y hasta el deslumbrante Abiseo.

“Tarapoto es el ancla y siempre será así”, me dice un amigo por teléfono, dueño de una empresa turística local que ha amasado  mucho dinero con las vacaciones ajenas. Yo disiento. Retruco que si seguimos pensando así, y no posicionamos el nombre de la región, estaremos condenados a recibir sobras, al mendrugo turístico que deja Iquitos o Puerto Maldonado. Si no vendemos la madre del cordero, siempre seremos un destino internacional liliputiense.

Sin embargo, un puñado de valientes empresarios turísticos, profesionales y especialistas, han decidido voltear la tortilla histórica y construir una marca poderosa que será presentada por todo lo alto, con una estrategia en la espalda y que será aspiracional. Una marca que venderá el destino por encima de mecenazgos, intereses personales y egos absurdos.

Pero ahí no queda la cosa. El turismo no salvará a una región donde se pierden 13 mil hectáreas de bosques (incluso en las áreas de conservación, siendo solo Ojos de Agua la que mostró indicadores cero, el 2018). Se requiere resiliencia, readaptación, cambio de chip y aprender del éxito ajeno.

En una región donde el boom cafetero y cacaotero hicieron olvidar los años de balaceras y fumigaciones malditas por culpa de los barones de la coca, es hora de pensar en la revancha en bloque. En la vendetta comunitaria del cacao, la nueva PBC, la pasta básica de cacao.

Esta revuelta o revolución productiva pasa por que los productores que cosechan 4000 mil kilos por hectárea de cacao, enseñen manejo de suelos, diseño de plantaciones y uso de fertilizantes a quienes sólo alcanzan 900 kilos. Esta espiral de transferencia de conocimiento felizmente se ha iniciado y logrará en cinco meses que 100 productores referentes aprendan de los campeones cacaoteros que exportan a Europa, y compartan lo aprendido en el vientre de sus asociaciones.

Son 25 mil productores, al final, quienes accederán a nueva tecnología y conocimiento para mejorar sus ingresos, alimentar mejor a su familia y elevar su calidad de vida. Esta reingeniería será acompañada con el mejoramiento de pistas, construcción de puentes para que los campesinos saquen sus productos y la instalación de servicios básicos de agua, luz y desagüe.

Y entonces ellos habrán recibido lo que hace años un estado gamonal y un gobierno regional paquidérmico les negaron: justicia social. Sólo así podremos exigirles que cuiden los bosques y equipando a sus rondas campesinas podremos estar seguros que la tasa de deforestación se irá a pique. Tanto como se han ido al fondo del océano la mayoría de intentos por frenar la pérdida de bosques. Hay honrosas excepciones, claro, pero el sistema, en global, no ha funcionado. Hay que cambiar la estrategia ya.

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