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miércoles, abril 24, 2024

Cuando un cargo obnubila la razón

Se hacen majaderas triquiñuelas sin letargo para quedarse más tiempo en el cargo. Encerrado en microscópica burbuja no aletea y no vuela lejos como intrépida bruja. Tiene opaca visión que incumple obligada misión. Tiñe de maldad el ambiente que los humanos cercanos se parapetan con resecada bondad. Gusta salir al frente a voz en cuello, como si mostrara falsa solvencia con orgullo. La expresión está cargada de agria crítica a cualquier inocente sujeto exento de compasión. El otro es el malo y yo solamente soy el bueno. Hay abundante perorata diaria disparada a cuanta gente alcanza solo para hacerla daño, porque quizá allá, en esas personas comunes del llano está el pecado. En los anales del pueblo hay carencia de alocuciones que ensalcen a los otros que son ajenos al gobierno. Tanta es la mediocridad, que versiones y actitudes, solo se expresan y hacen en abundante mezquindad. Éste es el fiel reflejo de elementos adultos a la actual niñez y juventud, con actos carentes de salud humana que representan el mañana como un espejo. Hay mucho trabajo pendiente en la humanidad, que necesita entrega y sinceridad.
Ocupa el cargo de Presidente de la nación, donde requiere trabajar el presente con denuedo y pasión. Pero, se filtran las esperanzas en las mallas de los sueños de la gente, nadando en el infinito hasta desaparecerse. Sólo quedan fútiles chácharas y amargos tragos de malévolos actos. El pueblo cifra jugosa esperanza de quien espera buen gobierno, pero, se va de bruces cuando se opacan las luces del mañana.

Es el cargo el que le obnubila la razón, no mira más allá del corazón, aunque su vida entera esté cargada de aflicción. Así camina la vida como por el ojo de una aguja, con gente que de picada se sumerge en su microscópica burbuja, que aparenta mirar el objeto de allá, cuando ni siquiera ve nada aquí. Dispongo encarcelar a quienes de mí se oponen, porque aquí se cumple lo que me propongo. Es iluso pretender discrepar con el Presidente como un descomunal intruso. La mente obnubilada está tapada con el manto de la mediocridad, que cuesta levantar la cabeza para procurar mirar diferentes horizontes. El pueblo carece de “luminarias” mentes que osarían compararse con la del obnubilado Presidente. Son afirmaciones cargadas de negaciones. Son espejismos que se presentan de manera permanente en los cálidos desiertos arenosos, pero aquellos fenómenos naturales simplemente carecen de espacios en las mentes humanas cercanas al Presidente. Cientos de líderes que piensan diferente al Presidente, deben estar ocupando claustros construidos para quienes han decidido delinquir, con ellos deben convivir, aunque quizá haya poco material de interlocución. Aquí hay falsa democracia, porque se usa solo el nombre del sistema para satisfacer mi tema autocrático, usando herramientas modernas de la ingeniería para hacer ver a los ojos del mundo que aquí sí hay elecciones, aunque solamente ante las cámaras exteriores de la calle. Las consecuencias del desgobierno mediocre están expuestas a la gente, quizá por ello, ya millones de personas abandonan sus casas, en masivas migraciones, pasando álgidas necesidades de alimentación y salubridad.
Es el Fiscal de la Nación, cargo soñado desde el pasado, para trabajar con esmerada pasión; pero, la llegada al cargo con trampa, cual jinete del hampa, dio pie a pensamientos poco auspiciosos. En efecto, pronto, sus apañadores actos le han conllevado al exterminio absoluto de afecto de la gente. Las bulliciosas manifestaciones callejeras pedían su cabeza, que deje el cargo, que es incompetente. Ante semejantes algarabías, optó por meterse también en su microscópica burbuja de bruja, donde curioseaba el documento que le interesaba, aquel que era evidencia de peso que le incriminaba de los delitos que cometió ostentando el cargo de fiscal. Las exigencias y los desprecios fueron cada vez más numerosos, que traspasaban las oficinas fiscales del país, que inundaban las instalaciones gubernamentales y se regaron en toda la población. Los pobladores espetaban improperios contra una persona indecente que se aferraba al cargo que le obnubilaba la razón. Fue el solitario que se encerraba y decidía órdenes procedentes desde el mandato de su corazón, aún aquellas atentatorias a los intereses del pueblo y de sus propios colegas. Quizá estaba desprovisto de personas allegadas, familiares y amicales, quienes podrían haberle dicho a gritos al oído, que su sola presencia inundaba de malos olores a los ambientes fiscales y a la comunidad; que pronto debería emprender la retirada por la urgente necesidad de mejorar las portadas de los periódicos con agradables imágenes; igualmente había necesidad de mejorar muy pronto las imágenes televisivas. Nadie le dijo nada. Como si estuviera desnudo en la isla del olvido. Pobre hombre, de razón obnubilada por la ceguera del poder, metido en su microscópica burbuja de ojo de aguja.

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