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sábado, abril 20, 2024

La Madre: “Gorki”

“Gorki”, el amargo, seudónimo de Alexéi Maximovich Peshkov, de origen humilde y huérfano a muy temprana edad, fue vendedor ambulante, aprendiz de zapatero, ayudante de cocina; se inicia en literatura con cuentas de factura romántica, con personajes que eran héroes rebeldes luchadores contra el régimen dictatorial establecido.

Nombrado miembro de la academia, al poco tiempo fue expulsado por el gobierno de turno, lo que motivo la dura protesta de chejon y korolenko quienes se retiraron también de la academia, demostrando su solidaridad.

Su simpatía y activismo marxista lo llevaron a prisión. Fuertes protestas permitieron liberarlo, se instaló en la isla de Capri (Italia) donde escribe la gran novela en 1907.

Con el triunfo de la revolución, es nombrado Ministro de Bellas Artes (1914). La crítica literaria rusa llegó a considerar a “LA MADRE” como “Monumento de su época” y catalogada como símbolo emblemático de la Revolución de Octubre.

Está orientada a una sólida conciencia revolucionaria que es el trasfondo político, y así lo vio Lenin, a tal punto que afirmó: “La Madre ha conseguido más adeptos al partido que todos mis escritos”.

Con “La Madre“ Gorki determina su condición de escritor turbulento y romántico. Pavel, hijo mayor de Pelagia Vlaslov subsiste en un lugar cercado por la pobreza y la miseria y toda clase de privaciones, las que se ven agravadas por un padre alcohólico, irresponsable, con trabajos ocasionales, creando un estado de inestabilidad y zozobra en casa, sobre todo debido al maltrato que le da a Pelagia, ofendiéndola a cada momento en una irracional vida de perros, que la ofende verbalmente y en ocasiones pasando del feroz insulto a los golpes. A su muerte, Pavel, el hermano mayor, apoya a la familia que el padre fue incapaz de sustentar. La casa del joven obrero comienza a ser frecuentada por conocidos y amigos que simpatizan con el movimiento revolucionario. Pavel termina abrazando esta causa y se decide a trabajar con propaganda marxista.

Al comienzo Pelagia no lo ve muy claro. Paulatinamente surge de su interior un sentimiento libertario y de derecho a la vida, algo que chocaba también con el accionar despótico que tuvo su marido que la relegó en una sociedad patriarcal y machista.

Pavel es descubierto, apresado y deportado a la Siberia. La Madre valientemente toma la posta y ocupa el lugar de su hijo y continúa la actividad proselitista………………………

Pero la policía le sigue los pasos y la captura en plena acción en otra ciudad. Es maltratada física y verbalmente en presencia de la gente con el fin de encarmentar y sembrar el miedo. La madre se convierte en una mártir de la libertad y la revolución. Hay mucho idealismo moral y más el que ella despierta con su heroico ejemplo.

“La Madre” (fragmentos)
Sintió un golpe en el pecho. A través de la bruma que velaba sus ojos, vio ante ella al oficialito que con la cara roja y congestionada, le gritaba:
–¡Lárgate, vieja!
La mirada de Pelagia descendió hacia él; vio a sus pies el asta de la bandera partida en dos, en uno de los trozos quedaba unido un jirón de tela roja. Se bajó y lo cogió. El oficial le arrancó el madero de las manos, la tiró hacia un lado y gritó golpeando el suelo con el pie:
–¡Te estoy diciendo que te largues!
De entre el pelotón de soldados, un canto brotó y creció:
–Arriba, los pobres del mundo. . . ……………………

La canción se embrolló, se entrecortó, desgarrándose y apagándose. Alguien cogió a la madre por los hombres, le hizo dar media vuelta y la empujó hacia adelante. . . …………

La madre abrió los brazos de par en par.
–¡Escuchad, por el amor de Cristo! Vosotros sois de los nuestros… Sois todos gentes de corazón… Abrid los ojos, mirad sin temor, ¿Qué ha pasado? Nuestros hijos, nuestra sangre, se alzan por la verdad, ¡por todos! Por vosotros y por vuestros hijos se han condenado al camino del Calvario… Buscan los días de luz… Quieren otra vida, en la verdad, en la justicia. Quieren el bien de todos…

Su voz se quebró, vaciló, al límite de sus fuerzas, y alguien la sostuvo por los brazos.
–¡Es la voz de Dios la que habla! –exclamó alguien, con acento emocionado y velado–. ¡Escuchad la voz de Dios, buenas gentes!

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