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martes, abril 23, 2024

Los dioses sin rostro: “Dioses que quisieron matar la muerte”

El siglo XVII marca una etapa de profundo cambios en la historia. Es también la época en que la vieja mitología va a dar paso a comportamientos míticos muy diferentes debido a las trasformaciones que ocasionaron la ciencia y la técnica. Y en todas trasformaciones de gran importancia como esta, los mitos intervienen, como factores motivadores y activos igual que como expresión viva de dichos cambios. Es un proceso difícil de identificar porque cuando hacemos conciencia de ello, dejan de ser y están adoptando otras formas. Hasta en lo que se considera como lo más racional se infiltran elementos subconscientes. Ortega y Gasset en “El tema de nuestro tiempo”, afirma que el hombre ha ido quitándole los atributos a la divinidad y les ha dado el nombre de valores y cultura. Octavio Paz lo reafirma en forma más explícita subrayando que: “Uno de los rasgos de la edad moderna consiste en la creación de divinidades abstractas (Dioses sin rostro).

En lo moderno, todo tiende a desencarnarse. Los ídolos modernos no tienen cuerpo ni forma: son ideas, conceptos, fuerzas. El lugar de Dios y de la antigua naturaleza poblada de dioses y demonios lo ocupan ahora seres sin rostro: La Raza, la clase social, el inconsciente (individual y colectivo), el genio de los pueblos, la herencia”. En suma, el mito moderno tiene el mismo sustrato psíquico, sólo cambian de forma. Muchos se expresan como abstracciones y acciones más o menos racionalizadas. Otros tienden hacia la objetivación imaginativa de lo abstracto. En “Cuentos de Canterbury”, se recoge esta historia.

Los sujetos que pretendieron  matar a la muerte
Embriagándose, desde la taberna, varios jóvenes que practicaban cantidad de locuras y atrocidades, oyeron cómo tañían las campañas por un difunto, uno de tantos con que en Flandes la muerte se había ensañado llevándoselos como en racimos, asolando la comarca con una terrible peste. Hombres, mujeres y niños perecían y esta vez había asesinado al amigo más querido. Era un ladrón silencioso y ya se había llevado como un millar de apestados. Uno de los tres compañeros propuso ir en busca de la muerte para matarla. A la salida del pueblo el destino quiso que encontraran a un anciano limosnero.

 ¡Oye viejo: dinos donde encontramos a la muerte para matarla y acabar con todo esto, o perecerás en nuestras manos!

Señores: si con tanto esmero deseáis encontrar a la muerte, siguiendo ese camino tortuoso la hallaréis, debajo de una encina.

Corrieron los amigos y lo que encontraron debajo del árbol fue una bolsa repleta de monedas de oro.

Uno de ellas iría a la ciudad por comestibles y vino. Los otros acordaron repartirse aquel oro entre ellos y astutamente decidieron eliminarlo a su vuelta. Sin embargo, la ambición del otro, maquinaba la forma de apoderarse de todo. Compro un poderoso veneno y lo mezclo con el vino y regresó, reservándose una botella intacta para él. Los otros dos malvados lo asesinaron sin piedad por la espalda y brindaron celebrando su mala acción.

Ambos compinches bebieron del vino envenenado y al rato todos estaban muertos. Y así se cumplió las palabras dichas por el anciano: encontraron a la muerte debajo de la encina.
Nuestra época, más que ninguna otra, es propicia para fomentar el mito a través de los modernos medios de comunicación. “Poderosos sacerdotes de ritual de nuestro tiempo son la radio, la televisión, la prensa, los libros, el cinematógrafo. Monstruos electrónicos de comunicación de masas, maravillosos oráculos de la mitología actual, llagan instantáneamente a millares a través de la palabra y la imagen”.

“Los mitos del hombre moderno, son las mitologías camufladas en los espectáculos de que gusta, en los libros que lee”. El cine, esa “fabrica de sueños”, vuelve a tomar y utilizar innumerables motivos míticos: la lucha entre el héroe y el monstruo, los combates y las pruebas iniciáticas, las figuras y las imágenes ejemplares. La “joven”, el “héroe”, el “paisaje paradisiaco”, el “infierno”, etc. Incluso la lectura porque reemplaza el relato de los mitos en las sociedades arcaicas y en la literatura oral.

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