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martes, abril 16, 2024

“El maestro y la poción mágica, “Paradigma: Modelo ejemplar”

MITOS PARADIGMÁTICOS.

El hombre siempre ha estado ávido de libertad, de justicia, de desarrollarse perfeccionándose en medio del sufrimiento y las adversidades. Aparte de hacer grandes esfuerzos por dominar la naturaleza, ha tendido a vivir en el grupo social con las mejores posibilidades de gozo y felicidad y en sus mitos lo expresa, imitando a sus modelos; era una de sus formas de educación: encarnar las virtudes del héroe. Entre los griegos, en Ulises es la astucia; en Aquiles, la valentía, el arrojo griego. Jesucristo es el modelo ejemplar de la cristiandad, el paradigma, arquetipo del altruismo y la solidaridad con el prójimo.

EL SUDOR DE DIOS.

Sobre el origen del hombre, en Croacia refiere una historia que al principio, no existía más que Dios; pero él dormía y soñaba. Este sueño duró siglos enteros. El momento fijado para que despertara llegó. Lo hizo bruscamente, miró en torno suyo y de cada una de esas miradas nació una estrella. Dios mismo se sorprendió de ello y comenzó a viajar para ver las maravillas que sus ojos habían creado. Viajó interminablemente y al fin llegó a nuestra tierra; pero estaba ya muy fatigado. Gruesas gotas de sudor caían de su frente. Una de estas gotas adquirió alma, y ella fue el primer hombre. Así el hombre nació de Dios. Pero no fue creado para los placeres; nació del divino sudor, y desde su origen quedó destinado a sufrir y a trabajar.

EL FAUSTO EN BUSCA DE LA SABIDURÍA Y EL AMOR.

Goethe no creó el Fausto. El tomó este mito del pueblo alemán para escribir su obra teatral. En sus años universitarios acostumbraba beber con sus amigos en una taberna y lo hacía siempre frente a una pintura del doctor Fausto. Y no solamente escribió la obra sino que toda su vida fue un hercúleo intento por imitarlo, por encarnar al personaje: su apetito de conocimiento, su búsqueda de la felicidad, su amor al arte y a la magia, sus aspiraciones totales de sabiduría y amor. “¡Luz! ¡Más luz!, fueron sus últimas palabras en su lecho de muerte.

EL MAESTRO Y LA POCIÓN MÁGICA.
En Corea cuentan la historia de Yun Ok y la poción mágica. El sabio ermitaño era un mago que vivía en una montaña y conocía de conjuros, sortilegios y pociones mágicas.

–¡Oh!, gran sabio, necesito tu ayuda. ¡Estoy desesperada! ¡Hazme una poción, Maestro, si no me ayudas estaré verdaderamente perdida!

–¡Cuál es tu problema? –dijo a Yun Ok, sin mirarla.

–Mi esposo, desde que ha vuelto de la guerra siempre está enfadado. Casi no habla. Está como ido. Debería estar trabajando en el campo de arroz; pero siempre está mirando vagamente hacia el mar. Por favor una poción para darle. Así se volverá cariñoso, comprensivo y amable como antes.

–Un hombre nunca es el mismo cuando vuelve de la guerra. ¡Tantos sufrimientos, tanto dolorosos recuerdos! Bien, vuelve dentro de tres días.

El sabio aceptó preparar la poción, pero, cosa rara; el ingrediente principal era el bigote de un tigre vivo. ¿Cómo le sería posible conseguirlo? Pero amaba a su marido e intentó hacer hasta lo imposible. Había visto un tigre en el circo. Tal vez podría familiarizarse con esa bestia. Empezó a llevarle comida y a acercarse cada vez más a él, hasta que el tigre se acostumbró a recibirla, incluso salía con ella de su jaula. Así logró su confianza y le arrancó el ansiado bigote, tratándole con cariño y mucha paciencia. Lo extraño fue que el sabio, después de comprobarlo, arrojó el bigote al fuego y le dijo:

–Ya no hace falta el bigote Yun Ok. Dime, ¿es acaso el hombre más cruel que el tigre? ¿No está éste acaso, ansioso de cariño y comprensión? Si puedes ganarte el amor y la confianza de una fiera sedienta de sangre, igualmente puedes logarlo con tu marido. No necesitas más magia de la que tú tienes.

La mujer comprendió, hizo el gran esfuerzo y al poco tiempo recuperó a su esposo.

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