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martes, abril 23, 2024

Juan Francisco Rubio López descansa en paz

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Un gran hombre de la familia acaba de dejarnos el sábado 25 de Marzo a las tres de la mañana. Este viaje, probablemente, ya lo tenía pensado, pero su familia y amigos acariciábamos la esperanza que nunca llegara. Estos últimos años pasó por una serie de vicisitudes, su salud se había complicado y quebrantado, sin embargo lo sobrellevo con valor y estoicismo porque se aferraba a la vida con coraje.

Juan Francisco Rubio López nació un 24 de Junio de 1937 en Paiján, provincia de Ascope, La Libertad. Siendo un ciudadano de costa, de sol, de mar y arena, se afincó en Tarapoto a finales de la década de los cincuenta adonde llegó, como antes lo habían hecho otros trujillanos, para afincarse en esta tierra que les brindó afecto, amistad y futuro. Es así que termina casándose con la dama chazutina Olga Ketty Arévalo Garazatúa, ligando su vida a Chazuta, a Tarapoto, y con el tiempo a esta región a la que terminó considerando como suya porque aquí echó raíces.

Si todos tenemos valores humanos en quienes creemos y ponemos de referentes, ese fue Juan Francisco Rubio López. Su autenticidad fue el resultado de su formación familiar, de la familia que formó, de la calidad de los amigos que cultivó, de los valores en los que creyó y practicó. Precisamente son esas cualidades que siempre aprecié en Juan y que hizo que se convirtiera en reserva y fortaleza de todos nosotros. Porque para mí lo fue; a él recurrí alguna vez para desahogarme de esos momentos difíciles que todos tenemos; en él me apoyé cuando necesitaba esas recomendaciones de personas honorables y solventes que nos exigen y que forman parte de lo absurdo de la burocracia.

Juan supo integrarse con la familia. Su natural carácter hizo posible que formara con todos nosotros un lazo indisoluble y con la gente que conoció, además de sus paisanos paijaninos de quienes nunca se desligó pues también les vinculaba el futbol y Juan supo pasear su calidad formando parte del Boys Tabacones, aquel mítico cuadro del ya desaparecido Estanco del Tabaco, que tenía al ingeniero Manual del Carpio y Carrión como jefe de la institución y mecenas del equipo de futbol. Y así llegó a Chazuta: como funcionario y deportista para formar parte de esta gran familia Arévalo que lo acogió con amor y cariño. Y él lo supo muy bien.

La partida de Juan Francisco Rubio López nos deja un vacío. Lo digo sinceramente. Nadie como él, que tenía la frase apropiada y en el momento oportuno: la expresión precisa, la emoción permanente por la vida y esa alegría de vivir sana e intensamente; ese humor y su capacidad para celebrar un hecho o decir gracioso; ese reír abierto y la sonrisa franca; esa expresión de “es un jodido”, para referirse a un simplón o pendenciero. Esa alegría desbordante y lleno de felicidad cuando los triunfos de Universitario de Deportes, el club de sus amores, solo superado por el sentimiento de amor a su familia.

Juan debe estar recorriendo en las dimensiones de lo eterno los rápidos y meandros del río Huallaga, como lo hizo en los días de su juventud, cuando llegó a esta tierra. El Matibuelo, el Chumía, el Vaquero y el Yuracyacu sabrían de su experiencia en dominarlos. Con su Paiján y Chazuta en sus recuerdos. Con la imagen eterna de Juan Carlos, César Augusto, Víctor Gonzalo, Pedro Francisco y Ketty Milagros, sus adorados hijos, que sabrán mantener la memoria de un hombre noble y auténtico que nos dejó un sábado por la madrugada.

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