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jueves, abril 25, 2024

Tócame con tu mirada

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Detrás de la puerta está tu mirada que me quema. Me fulminas como un rayo y escribes sobre mi espalda. Detrás de la puerta estás clandestinamente, con esa mirada que hace latir mi corazón. Mis sentidos se enloquecen, la excitación se viste de terceros y el placer proviene de historias ajenas. En esa mente, entre penumbras, vive la mejor de las pasiones. Siento el ardor de tu mirada, voyerista apasionado, voyerista enamorado, voyerista del amor…

Son esas sensaciones deliciosas que el hombre no podría disfrutar si no tuviera ojos. En la búsqueda por la tan ansiada satisfacción sexual, la imaginación no tiene barreras y entre sus más excitantes fantasías se encuentran los vicios menos inimaginables. Hay reglas impuestas por vaya uno a saber qué fetiche.

Un cuerpo desnudo o casi desnudo, en intimidad o en coqueteo carnal, resulta para algunos excitante, si observan a escondidas, detrás de la puerta, por las ventanas o por un algún orificio, contemplarlos es la sensación celestial que la vida y sus hormonas se lo piden.

Hace muchos años, ya se vivían pasiones visuales. Cuenta la historia que Acteón era cazador y también maestro de Aquiles. Un día la diosa Ártemis estaba bañándose desnuda entre los bosques, cuando por casualidad Acteón pasó por allí y la encontró. Éste se detuvo y se quedó mirándola sin que ella se diera cuenta, fascinado por su deslumbrante belleza. Como castigo, Ártemis lo transformó en un ciervo por la desfachatez de ver su desnudez y sus virginales misterios. Además mandó a los propios sabuesos de Acteón a que lo mataran. Los sabuesos lo hicieron pedazos y devoraron al ciervo. Inconscientemente habían acabado con la vida de su amo.

Excitación sexual mediante la observación, imprescindible para el goce, son prácticas frecuentes, preferidas y exclusivas. El término voyeur, significa “mirón” y proviene del idioma francés.

Hay de todo en esta vida. El voyeur no es un demonio óptico sediento de placer, estos individuos no son agresivos, en la mayoría de casos prefieren el anonimato. Para ellos es religión y la cima del placer. Se le suma el riesgo, el poder ser descubierto y es ahí que misma bomba a punto de estallar, su adrenalina se eleva a mil. Hombres y mujeres pueden caer en las redes del voyeurismo.

No es una enfermedad, es una respuesta psíquica a un deseo. Un voyeur, por lo general se limita a observar encerrado en sí mismo, en el anonimato, gozando con el disfrute lejano y haciendo de su mirada un juego de pasiones encontradas.

Observar lo bello de la vida, es un don, un placer, pero exceder de este placer y abusar de este privilegio, puede llevarnos al desvío y a la perversión.

El placer de mirar, la emoción de espiar. El secreto, el riesgo y no conocer a quien se está observando, son los componentes del placer del voyeur. Algunos espían por la noche desde sus ventanas con celulares, cámaras o binoculares; otros son mucho más arriesgados, curiosean en los probadores de ropa, miran por las cerraduras de las puertas o incluso hacen agujeros en las paredes. Y otros, llegan al punto de espiar a las parejas en la vía pública y hasta cuando las ganas les ganan en el carro.

Sobre gustos, no hay nada escrito. Realizar ciertas prácticas voyeuristas con la pareja no es algo descabellado. Ver escenas sexuales en una película erótica puede ser hasta saludable, contemplarse a sí mismos con la ayuda de espejos, puede resultar muy íntimo y excitante. No tiene por qué ser algo perverso. Hay diferentes formas de concretar deseos y fantasías.

Así que, mi amor, mírame bien. Que esa mirada tuya me siga observando hasta el infinito y que descubra mi locura por ti…mirón.

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