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viernes, abril 26, 2024

La tuchpa de mi abuelita

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La juramentación de los congresistas electos ha provocado risa, pifia y ausencia de un acto protocolar serio que corresponde a la altura de la circunstancia. El acto de juramentación de los miembros de un club, conformado por personas civiles y civilizadas, es protocolar, serio; porque están conscientes que están asumiendo la responsabilidad de conducir la institución por el camino correcto. ¿El acto de juramentación de los congresistas no sería mejor? Los pobladores de la nación se han sentido defraudados, muchos han apagado sus televisores a regañadientes, con significativas muecas bucales musitando: “más de lo mismo, no ha cambiado nada, la misma chola, payasos como los anteriores”. En efecto, la sensación que ha dejado el anterior equipo congresal es abrumadoramente negativa.

Entonces, existían chispas de esperanza de que el nuevo Congreso de la República fuera diferente, con aplomo, de peso. En cambio, la población al observar atónita comportamientos de congresistas parecidos a sus antecesores, no solo ha experimentado malestar, sino rabia incontenible.

El Reglamento de juramentación de congresistas debe ser claro. El objeto único de la existencia de poderes del Estado, en este caso del Congreso de la República, es la población humana del territorio nacional. En tal sentido, la juramentación de los congresistas debe estar orientada a ese objeto, porque el trabajo de cada congresista estará enmarcado al cumplimiento de funciones englobado a ese único objeto. “Por mi país, SÍ JURO”, por mi patria, SÍ JURO” etc. El congresista es un empleado de la población y a ella se debe su elección, ni siquiera específicamente a su departamento, sino al conjunto de la nación. Entonces, es incorrecta la juramentación: A su partido político, A LA TUCHPA DE LA ABUELITA, a su perrito lampiño, a su loro hablador, al líder de su partido, a la memoria del abuelo, al eminente trabajo de los funcionarios públicos, por los caídos en la catarata, por los levantados en la tumba, por la vecina que poco habla, por el radiante sol del invierno, por el frío aterrador del verano.

La imagen pésima del parlamento anterior se debe a nefastos comportamientos de muchos congresistas: Usar instalaciones clandestinas de agua, de energía eléctrica, de tele cable, de modificar contenidos de boletas de consumo de pollo, de pagar la empleada de la mamá con fondos del Congreso, de participar en centralitas con narcotraficantes y funcionarios corruptos de alto nivel, de participar en mafias económicas y de contratos de construcciones gigantescas. Sin embargo, la corrupción se encuentra casi incontrolada por la red cancerígena que ha sido diseminada en poco tiempo en todos los niveles; la delincuencia está desenfrenada; la violencia desencadenada en todo el país; la agricultura desordenada; miles de hectáreas de selva virgen dañadas por la minería ilegal con el consiguiente centro mafioso de trata y desaparición de personas. En verdad hubo y hay mucho que hacer. Se trata de entender la razón por la cual los congresistas dejaron de tocar estos vitales temas de interés nacional, que precisamente incumben a pobladores y al medio ambiente. Si miramos la balanza, pesó más el desesperado interés personal, dejando a planos lejanos a los intereses nacionales. Por supuesto que los otros dos poderes del Estado tienen sus respectivas cuotas de responsabilidad. El Ejecutivo timorato caminaba por medios acuosos tibios esperando desesperado la pronta llegada al final del periodo, sin importar el nivel del impacto de la misión encomendada por el pueblo ¿Cómo no ha podido frenar ningunos de éstos flagelos?

La mesa desordenada, plagada de detritus, espera opaca al nuevo equipo de congresistas. La población espera ansiosa signos positivos y evidencias favorables que reverdezcan su alicaída esperanza y que iluminen su ánimo de vida. Pasó la juramentación circense, se perdona a quienes actuaron erráticamente así; pero, reformúlese el sentimiento por la población y aclárese la visión de un futuro que hoy empieza. Ningún poblador quiere escuchar un congresista enjaulado en su partido político y de sus familiares cuando de cosa pública se trata. El congresista está a la altura de tratar planteamientos conducentes a la solución de la álgida problemática por ejemplo de las indicadas líneas arriba. El poblador no ha votado por el congresista para que confunda su función pública con su actividad privada, en ese sentido no es conveniente tratar públicamente el tema de LA TUCHPA DE LA ABUELITA.

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