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viernes, abril 26, 2024

¿En tu boquita?

Recorre todo su cuerpo con un pedazo de hielo. Ata un pañuelo de seda alrededor de tu muslo y pídele que te lo quite con los dientes. Destapa un champagne, adiciona chocolates y una que otra fresa, todo provocará increíbles sensaciones en su piel… y en la tuya.
Despojada de ropa y carne, en la historia de la creación, Eva con sensualidad casi inocente cayó ante ese pecado original, encarnizado en una fruta, la manzana, desde allí, según algunas versiones, es considerada como el afrodisíaco por excelencia.
Es el condimento del plato de fondo. Algunos dicen que es infalible, que la presión de la sangre aumenta y los cuerpos explotan de pasión. La llama de ese fuego, quema todo lo que está a su paso.
Destapar un vino y hacer ¡salud!, una manifestación natural de complicidad, de encuentro sexual o de simple amistad, así, el sexo es la más natural manifestación del ser humano, la menos explotada y contaminada. Según la psicología, un afrodisíaco es una sustancia o alimento que potencia el deseo sexual.
Incrementar el placer en la cama, con el paso de los años ha pasado a candentes leyendas y cuentos populares, a pócimas más elaboradas para que el amor tenga el vigor y la llama necesaria para consumir hasta el último polvo de la casa.
Cuenta la historia que, Afrodita, la Diosa griega del Amor, surgió de la espuma del mar, cuando Cronos mató a su padre Urano y arrojó sus genitales al océano. Ella representa la sensualidad y el placer del amor. Afrodita provoca un fuerte deseo, capaz de derrumbar hasta el edificio más alto.
La fertilidad y el aumento del deseo pasional no era un problema en la antigüedad, ya que existían ingredientes preciados como la lechuga, que aumentaba la calidad sexual.
El éxito por su gran parecido a los genitales de las mujeres, se lo llevan las ostras, consideradas desde la época romana como potentes afrodisíacos.
En el siglo XVI-XVII, las ciruelas cocidas eran tan preciadas como afrodisíacos que las servían gratis en los prostíbulos. El antiguo doctor romano Galeno creía que cualquier alimento que produjera flatulencia era un afrodisíaco. Fue una creencia que perduró hasta el siglo XVIII. En el siglo I, San Jerónimo le prohibió a las monjas comer frijoles debido a la creencia generalizada de que estos «excitaban los genitales» de las mujeres. Y así, la BBC confirma su frase: “todo lo que el mundo sabe es errado y lo que no sabe es fascinante”. (Quite interesting, BBC)
Y como toda receta puede quedar mal hecha si su combinación es errada, existen antiafrodisíacos, aquellos alimentos que te restan las ganas de ir a la cama a desatar los más bajos y deliciosos deseos carnales. Los monjes y monjas de la Edad Media comían la raíz del lirio, para asegurarse de mantener sus votos de castidad tranquilos y dedicados solo a su Dios.
Manzana, arroz, apio, canela, perejil, chocolate, mariscos, ostras, fresa, palta, plátanos, estos alimentos y otros más, son parte del placer gastronómico, culpable de las más grandes maratones carnales. Así que, de ahora en adelante, ya sabes qué comprar para llenar la refrigeradora, porque quién sabe, puede servirte de gran aliado.
Sin duda, tener una vida sexual placentera no depende de pócimas, suerte o de algún atractivo adicional que te caracterice. Se trata de excitar el cuerpo, el alma y la vida. Fantasea y fulmina hasta el último cartucho que se encuentra escondido entre tus sábanas blancas. Y como dice la canción “Me Enseñaste” de Ricardo Arjona, “el afrodisíaco más cumplidor no son los mariscos sino el amor”.
En la boquita todo es mejor, la comida que te enciende, las palabras que te envuelven, los besos que te seducen y los te amo que te enamoran.

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